2/05/2020, 17:54
(Última modificación: 2/05/2020, 17:57 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ayame aguardaba en su propio camerino, con los antebrazos apoyados en las rodillas y la mirada fija en el suelo. Puede que por fuera aparentara calma, pero lo cierto es que en su interior bullía como un torbellino. Había entrado de cabeza en las rondas de los perdedores tras haber fracasado estrepitosamente contra Amedama Daruu en su primer combate, y la hora de combatir se acercaba peligrosamente. Por supuesto, lo primero que había hecho al llegar al estadio había sido echar una ojeada a sus posibles contrincantes; y, para su sorpresa, sólo se encontró con un posible candidato. O, mejor dicho, candidata: Uzumaki Eri, de Uzushiogakure.
Le había sorprendido que ella fuera su rival. También le había alegrado ver una cara conocida. Pero no sabía nada más. Lo único que había hecho con Eri había sido cantar en un karaoke y tomar batidos en una pastelería. No conocía cómo luchaba, ni conocía su naturaleza de chakra.
No había sido hasta ese momento que se dio cuenta de que no sabía nada de su querida amiga.
Y eso la había entristecido sobremanera.
Ayame se sobresaltó al escuchar su nombre y se levantó como un resorte. La kunoichi volvió a saltar a la arena de combate. Tras el combate contra Daruu se había visto obligada a cambiar su indumentaria, por lo que tuvo que hacerse con una nueva. Dado el calor que hacía en aquella época del año, Ayame había optado por ropas más bien frescas pero igual de cómodas que la permitieran moverse sin problemas: Llevaba una camiseta sin mangas con estampados de olas, pero cubría la mitad inferior de sus brazos con sendas mangas blancas que estaban anudados justo encima de sus codos y se extendían en su máxima amplitud a la altura de las muñecas. Una falda violeta de tres pliegues (uno frontal y dos laterales), holgada y con vuelo, cubría sus piernas hasta las rodillas y debajo de aquella unos shorts negros, bien elásticos, a los que había atado con vendas su portaobjetos. La otra bolsa estaba tras su espalda, anclada con un cinturón también oscuro.
En aquella ocasión intentó evitar por todos los medios que los aullidos del público la amedrentaran; y aún así escuchó con total claridad los abucheos de Kusagakure. Nuevamente, no pudo culparlos. No después de la escena que había provocado en la anterior ronda.
«Pero aquí no habrá más numeritos.» Se prometió, con la mirada siempre puesta al frente. «Al menos ahora no estarán tan pendientes de mí...» Añadió, entristecida. Ni su padre ni su hermano habrían acudido a verla, ella misma se lo había dicho la última vez que se vieron en aquel restaurante de nikudango.
Por eso decidió apartar aquellos pensamientos a un lado y concentrarse en el presente. En su oponente. En Uzumaki Eri, que ya la esperaba en el centro del campo de combate. Verla allí volvió a devolverle la felicidad y sus labios se curvaron inevitablemente en una sonrisa.
—¡Eri! Demos un buen espectáculo, ¿vale? Como en Tanzaku Gai —le dijo, guiñándole el ojo con complicidad. Al mismo tiempo había alzado la mano derecha, con los dedos índice y corazón extendidos en el tradicional Sello de la Confrontación.
Aunque hubiese perdido el combate anterior, pensaba dar lo mejor de sí misma. ¿Y qué mejor que hacerlo con una buena amiga?
Le había sorprendido que ella fuera su rival. También le había alegrado ver una cara conocida. Pero no sabía nada más. Lo único que había hecho con Eri había sido cantar en un karaoke y tomar batidos en una pastelería. No conocía cómo luchaba, ni conocía su naturaleza de chakra.
No había sido hasta ese momento que se dio cuenta de que no sabía nada de su querida amiga.
Y eso la había entristecido sobremanera.
Ayame se sobresaltó al escuchar su nombre y se levantó como un resorte. La kunoichi volvió a saltar a la arena de combate. Tras el combate contra Daruu se había visto obligada a cambiar su indumentaria, por lo que tuvo que hacerse con una nueva. Dado el calor que hacía en aquella época del año, Ayame había optado por ropas más bien frescas pero igual de cómodas que la permitieran moverse sin problemas: Llevaba una camiseta sin mangas con estampados de olas, pero cubría la mitad inferior de sus brazos con sendas mangas blancas que estaban anudados justo encima de sus codos y se extendían en su máxima amplitud a la altura de las muñecas. Una falda violeta de tres pliegues (uno frontal y dos laterales), holgada y con vuelo, cubría sus piernas hasta las rodillas y debajo de aquella unos shorts negros, bien elásticos, a los que había atado con vendas su portaobjetos. La otra bolsa estaba tras su espalda, anclada con un cinturón también oscuro.
En aquella ocasión intentó evitar por todos los medios que los aullidos del público la amedrentaran; y aún así escuchó con total claridad los abucheos de Kusagakure. Nuevamente, no pudo culparlos. No después de la escena que había provocado en la anterior ronda.
«Pero aquí no habrá más numeritos.» Se prometió, con la mirada siempre puesta al frente. «Al menos ahora no estarán tan pendientes de mí...» Añadió, entristecida. Ni su padre ni su hermano habrían acudido a verla, ella misma se lo había dicho la última vez que se vieron en aquel restaurante de nikudango.
Por eso decidió apartar aquellos pensamientos a un lado y concentrarse en el presente. En su oponente. En Uzumaki Eri, que ya la esperaba en el centro del campo de combate. Verla allí volvió a devolverle la felicidad y sus labios se curvaron inevitablemente en una sonrisa.
—¡Eri! Demos un buen espectáculo, ¿vale? Como en Tanzaku Gai —le dijo, guiñándole el ojo con complicidad. Al mismo tiempo había alzado la mano derecha, con los dedos índice y corazón extendidos en el tradicional Sello de la Confrontación.
Aunque hubiese perdido el combate anterior, pensaba dar lo mejor de sí misma. ¿Y qué mejor que hacerlo con una buena amiga?