3/05/2020, 16:10
(Última modificación: 3/05/2020, 16:15 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—¡Claro! —respondió Eri, devolviéndole la sonrisa y el Sello de la Confrontación—. Todo por mi sirena favorita.
Ayame se sonrojó inevitablemente ante el apelativo utilizado por la pelirroja, pero la kunoichi enseguida sacudió la cabeza para apartar el sentimiento de vergüenza. Tenía que concentrarse en el combate que estaba por venir, y no podía permitir que cualquier tontería la distrajera ni un solo instante.
—¡Empecemos, pues! —bramó la Uzumaki; y, con un breve y escalofriante chisporroteo, su cuerpo se envolvió repentinamente en electricidad, erizando en el proceso sus cabellos del color de la sangre.
Ayame se tensó al instante, sintiendo que se le ponía la carne de gallina al verla.
«Raiton... El destino me odia.» Chasqueó la lengua, irritada.
No conocía de nada aquella técnica, pero viendo cómo envolvía el cuerpo de su oponente dedujo que le debía beneficiarla de alguna manera. El cómo era algo que no deseaba conocer. Incluso era probable que la dañara si entraba en contacto con ella. Por eso, decidió actuar en consecuencia y entrelazó las manos en un único sello.
Carnero.
«Lo siento mucho, querido público.» Sonrió para sí.
Ayame inspiró hondo y expelió una densa neblina que tomó cuerpo en casi todo el estadio. La figura de la kunoichi no tardó en disolverse en ella, dejándose abrazar por su propio elemento.
Ayame se sonrojó inevitablemente ante el apelativo utilizado por la pelirroja, pero la kunoichi enseguida sacudió la cabeza para apartar el sentimiento de vergüenza. Tenía que concentrarse en el combate que estaba por venir, y no podía permitir que cualquier tontería la distrajera ni un solo instante.
—¡Empecemos, pues! —bramó la Uzumaki; y, con un breve y escalofriante chisporroteo, su cuerpo se envolvió repentinamente en electricidad, erizando en el proceso sus cabellos del color de la sangre.
Ayame se tensó al instante, sintiendo que se le ponía la carne de gallina al verla.
«Raiton... El destino me odia.» Chasqueó la lengua, irritada.
No conocía de nada aquella técnica, pero viendo cómo envolvía el cuerpo de su oponente dedujo que le debía beneficiarla de alguna manera. El cómo era algo que no deseaba conocer. Incluso era probable que la dañara si entraba en contacto con ella. Por eso, decidió actuar en consecuencia y entrelazó las manos en un único sello.
Carnero.
«Lo siento mucho, querido público.» Sonrió para sí.
Ayame inspiró hondo y expelió una densa neblina que tomó cuerpo en casi todo el estadio. La figura de la kunoichi no tardó en disolverse en ella, dejándose abrazar por su propio elemento.