3/05/2020, 18:24
(Última modificación: 3/05/2020, 18:25 por Aotsuki Ayame.)
—¿Pronto? —chilló Chiiro, cargada de sarcasmo, y Ayame sonrió. Pero su sonrisa estaba cargada de la más amarga de las penas—. ¡Lo llevo descubriendo todo el día! ¡Lo que ha pasado en el bar es solo la gota que se comió al vaso!
«¿Que se... comió el vaso?» Se repitió Ayame para sí, parpadeando ligeramente.
—Nos han estropeado todo —concluyó, separándose de Ayame y se derrumbó en el tronco de un árbol cercano, abrazándose las rodillas.
Y la kunoichi no pudo hacer otra cosa que agachar la mirada, expulsando el aire por la nariz en un mudo suspiro. Ella se sentía de la misma manera que la chiquilla, era inútil que intentara consolándola con mentiras que ella estaba lejos de sentir.
—El día de antes que mataran a mis padres... —continuó Chiiro, y enseguida se corrigió a sí misma con una risilla triste y neviosa—, bueno. A mis segundos padres. El día de antes ellos también estuvieron discutiendo del todo. Y no les dio... tiempo a arrepentirse.
—Chiiro... —dijo Ayame, agachándose junto a la chiquilla. Suspiró largamente y acarició su cabeza con una mano—. Sé que es duro, y es una caca de vaca, pero no vas a poder evitar que la gente discuta. Está en la naturaleza del ser humano.
Ayame suspiró y tragó saliva. La losa que sentía en su pecho se hacía más pesada a cada palabra que formulaba. Los ojos se le llenaron de lágrimas inevitablemente al rememorar el rostro de su padre, de Kōri, de Kiroe, y de Daruu.
—Lo importante... es que aunque discutamos... sigamos manteniéndonos unidos y... queriéndonos siempre.
Porque ella los quería a todos con locura, pero una y otra vez su inseguridad le hacía tropezar con la misma piedra: la preocupación de no ser lo suficientemente importante para ellos. Al menos, no tanto como ellos lo eran para ella.
«¿Que se... comió el vaso?» Se repitió Ayame para sí, parpadeando ligeramente.
—Nos han estropeado todo —concluyó, separándose de Ayame y se derrumbó en el tronco de un árbol cercano, abrazándose las rodillas.
Y la kunoichi no pudo hacer otra cosa que agachar la mirada, expulsando el aire por la nariz en un mudo suspiro. Ella se sentía de la misma manera que la chiquilla, era inútil que intentara consolándola con mentiras que ella estaba lejos de sentir.
—El día de antes que mataran a mis padres... —continuó Chiiro, y enseguida se corrigió a sí misma con una risilla triste y neviosa—, bueno. A mis segundos padres. El día de antes ellos también estuvieron discutiendo del todo. Y no les dio... tiempo a arrepentirse.
—Chiiro... —dijo Ayame, agachándose junto a la chiquilla. Suspiró largamente y acarició su cabeza con una mano—. Sé que es duro, y es una caca de vaca, pero no vas a poder evitar que la gente discuta. Está en la naturaleza del ser humano.
Ayame suspiró y tragó saliva. La losa que sentía en su pecho se hacía más pesada a cada palabra que formulaba. Los ojos se le llenaron de lágrimas inevitablemente al rememorar el rostro de su padre, de Kōri, de Kiroe, y de Daruu.
—Lo importante... es que aunque discutamos... sigamos manteniéndonos unidos y... queriéndonos siempre.
Porque ella los quería a todos con locura, pero una y otra vez su inseguridad le hacía tropezar con la misma piedra: la preocupación de no ser lo suficientemente importante para ellos. Al menos, no tanto como ellos lo eran para ella.