4/05/2020, 18:07
(Última modificación: 4/05/2020, 18:08 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Entonces, como en una de esas historias fantásticas de marineros y sirenas, un místico canto comenzó a escucharse entre la niebla. Era un canto suave, casi melancólico al mismo tiempo, pero Eri lo reconocería al instante: Era la misma canción que Ayame había cantado con ella tiempo atrás, en Tanzaku Gai.
Pero en aquella ocasión la canción arrastraba un poder inimaginable, un poder atrayente y magnético como el de un imán. Ayame la llamaba entre la niebla, invitándola a acercarse a ella, tal y como hacían las sirenas con los marineros a los que acechaban entre los corales. Y si Eri caía en su influjo, acabaría encontrándola allí, con las manos entrelazadas en el sello del Pájaro mientras seguía cantando. Hasta que se encontró a apenas un metro de ella, que fue cuando dejó de cantar y agarró rápidamente a Eri por el cuello del uwagi con las dos manos.
—¡Ya! —exclamó al mismo tiempo, con una sonrisa.
Fue instantáneo a la orden de la kunoichi: justo desde encima de sus cabezas, un brillante delfín de agua atravesó la niebla como un fantasma y cayó con toda su fuerza sobre las dos jóvenes. El Kage Bunshin se deshizo en apenas una nube de humo ante el brutal impacto, dejando caer al suelo algo pequeño y metálico que rebotó contra el suelo un par de veces: un comunicador.
Pero en aquella ocasión la canción arrastraba un poder inimaginable, un poder atrayente y magnético como el de un imán. Ayame la llamaba entre la niebla, invitándola a acercarse a ella, tal y como hacían las sirenas con los marineros a los que acechaban entre los corales. Y si Eri caía en su influjo, acabaría encontrándola allí, con las manos entrelazadas en el sello del Pájaro mientras seguía cantando. Hasta que se encontró a apenas un metro de ella, que fue cuando dejó de cantar y agarró rápidamente a Eri por el cuello del uwagi con las dos manos.
—¡Ya! —exclamó al mismo tiempo, con una sonrisa.
Fue instantáneo a la orden de la kunoichi: justo desde encima de sus cabezas, un brillante delfín de agua atravesó la niebla como un fantasma y cayó con toda su fuerza sobre las dos jóvenes. El Kage Bunshin se deshizo en apenas una nube de humo ante el brutal impacto, dejando caer al suelo algo pequeño y metálico que rebotó contra el suelo un par de veces: un comunicador.