6/05/2020, 11:33
La voz de Ayame comenzó a escucharse entre la niebla cual destructivo canto que hacía embriagar a todos sus sentidos. Eri conocía la canción a la perfección: fue aquella que entonaron la primera vez que se habían conocido. «Eso es jugar sucio, Ayame...» pensó, sin embargo; avanzó con cautela. Tenía desventaja en ese lugar y cualquier movimiento en falso sería su perdición. Aunque su cuidado pronto se vio deshecho y al final no pudo evitar caer, ¿por el canto? ¿Por Ayame? No podía evitarlo, la amejin sabía jugar.
La encontró allí, con el sello del Pájaro, cantando. Se acercó a ella y, de pronto, ella la agarró.
«¡Mierda! ¿Pero qué me pasa?»
La kunoichi actuó, y, de pronto y sin ser esperado, un torrente de agua en forma de delfín cayó con fuerza sobre ambas.
«Rata, trigre...» Su desesperado intento en proteger a ambas —sin saber cuál era la original— hizo que su sucesión de sellos fallase en el tercero, fallando en su intento de protección y siendo arrasada por el agua que la arrastró fuertemente mientras sentía el dolor en su cuerpo, intentándolo mitigar, en vano, poniendo una de sus cadenas frente al agua que la arrastraba mientras que con la otra trataba de no perder demasiado el equilibrio.
—Ngggh... —claramente en desventaja y ahora tocada, corrió a hacer una sencuencia de sellos antes de volver a perderla. Tenía que aprovechar esa pequeña oportunidad, así que, lo más rápido que pudo, creó múltiples agujas eléctricas que viajarían a toda velocidad hacia donde se suponía que había quedado Ayame.
La encontró allí, con el sello del Pájaro, cantando. Se acercó a ella y, de pronto, ella la agarró.
«¡Mierda! ¿Pero qué me pasa?»
La kunoichi actuó, y, de pronto y sin ser esperado, un torrente de agua en forma de delfín cayó con fuerza sobre ambas.
«Rata, trigre...» Su desesperado intento en proteger a ambas —sin saber cuál era la original— hizo que su sucesión de sellos fallase en el tercero, fallando en su intento de protección y siendo arrasada por el agua que la arrastró fuertemente mientras sentía el dolor en su cuerpo, intentándolo mitigar, en vano, poniendo una de sus cadenas frente al agua que la arrastraba mientras que con la otra trataba de no perder demasiado el equilibrio.
—Ngggh... —claramente en desventaja y ahora tocada, corrió a hacer una sencuencia de sellos antes de volver a perderla. Tenía que aprovechar esa pequeña oportunidad, así que, lo más rápido que pudo, creó múltiples agujas eléctricas que viajarían a toda velocidad hacia donde se suponía que había quedado Ayame.