7/05/2020, 20:14
(Última modificación: 7/05/2020, 20:15 por Aotsuki Ayame.)
«¡Mira, esto está mejor!»
Ayame extendió una blusa frente a sus ojos. No tenía mangas y tenía un precioso estampado de olas a lo largo de la tela. Tendría que probárselo para ver si le venía bien, pero...
—A… ¿Aotsuki Ayame-san?
—¡Eeekk! —Ayame se puso rígida como una tabla del susto.
Sobresaltada, giró la cabeza para ver quién la había llamado. Y al instante sintió que se le caía el alma a los pies.
«Oh, no...»
—M... ¿Manko-san? —preguntó, al ver a la kunoichi.
No podía haber tenido peor suerte. No había pasado ni un día desde que le había prometido a su padre que no se metería en líos con los shinobi de Kusagakure, ¡y la primera persona con la que se encontraba era, precisamente una kunoichi de Kusagakure! ¡Con lo grande que era el Valle de los Dojos!
Con todo el dolor de su corazón, Ayame dejó a toda prisa la prenda en su percha correspondiente y se enfiló hacia la salida.
—Y... ¡Yo ya me iba! ¡Hasta luego, Manko-san, suerte en el torneo y eso! —balbuceó a toda prisa.
Si tenía suerte, la blusa seguiría allí si volvía más tarde...
Ayame extendió una blusa frente a sus ojos. No tenía mangas y tenía un precioso estampado de olas a lo largo de la tela. Tendría que probárselo para ver si le venía bien, pero...
—A… ¿Aotsuki Ayame-san?
—¡Eeekk! —Ayame se puso rígida como una tabla del susto.
Sobresaltada, giró la cabeza para ver quién la había llamado. Y al instante sintió que se le caía el alma a los pies.
«Oh, no...»
—M... ¿Manko-san? —preguntó, al ver a la kunoichi.
No podía haber tenido peor suerte. No había pasado ni un día desde que le había prometido a su padre que no se metería en líos con los shinobi de Kusagakure, ¡y la primera persona con la que se encontraba era, precisamente una kunoichi de Kusagakure! ¡Con lo grande que era el Valle de los Dojos!
Con todo el dolor de su corazón, Ayame dejó a toda prisa la prenda en su percha correspondiente y se enfiló hacia la salida.
—Y... ¡Yo ya me iba! ¡Hasta luego, Manko-san, suerte en el torneo y eso! —balbuceó a toda prisa.
Si tenía suerte, la blusa seguiría allí si volvía más tarde...