8/05/2020, 15:04
(Última modificación: 8/05/2020, 15:32 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Dos shuriken atravesaron la niebla, buscando el cuerpo de la sirena que cantaba, oculta en ella. Su ecolocalización le permitió verlos a tiempo, pero ni siquiera se movió para evitarlos. Las estrellas de metal la atravesaron, como si no fuera más que un reflejo en la superficie de un lago.
«Veamos...»
Ayame respondió de inmediato, de una forma similar. Sin dejar de cantar, sacó cuatro shuriken que lanzó trazando sendas parábolas contra la silueta de Eri dentro de la niebla: dos a izquierda, dos a derecha. Pero había algo extraño en aquel movimiento: Los shuriken no se dirigieron contra el cuerpo de la Uzujin; en su lugar, y por su trayectoria, parecía que iban a pasar a sendos lados de su cuerpo sin llegar a rozarla.
«Veamos...»
Ayame respondió de inmediato, de una forma similar. Sin dejar de cantar, sacó cuatro shuriken que lanzó trazando sendas parábolas contra la silueta de Eri dentro de la niebla: dos a izquierda, dos a derecha. Pero había algo extraño en aquel movimiento: Los shuriken no se dirigieron contra el cuerpo de la Uzujin; en su lugar, y por su trayectoria, parecía que iban a pasar a sendos lados de su cuerpo sin llegar a rozarla.