9/05/2020, 17:18
«Gilipollas…», pensó para sí, con el comentario de dos mierdas. Pero lejos de encajar el insulto y callarse, su boca se torció en una media sonrisa y se la devolvió:
—Joder, no hace falta que trates de mierda a tu perro, hombre. Sé que no duró ni medio asalto, pero oye, míralo por este lado —su sonrisa se volvió completa—, no es mucho más de lo que tú vas a poder decir. —Oh, sí. En la guerra de la dialéctica Datsue se encontraba en su salsa—. Ah, pero veo que ya no te atreves a mirarme a la cara, ¿eh? Mirada gacha, ¡así me gusta! ¡Buen chucho!
Pese a que trataba de picarle, sus ojos permanecían atentos. Diez metros había entre ellos —Datsue siempre había tenido un don para medir las distancias a ojo—. El Inuzuka se tambaleaba, a punto de caerse, como un borracho perdido. ¿Cuánto podría aguantar su cuerpo antes de sucumbir? ¿Cuánto antes de que su corazón dijese basta? En aquel momento de la batalla, Datsue supo que tenía que contenerse. Un accidente era eso, un incidente desafortunado. Dos, ambos de uzujin a kusareño, era una coincidencia sospechosa. Si a eso se le añadía que ambos uzujines tenían en su interior el poder de un bijū…
Bueno, eso ya sería darle a Kintsugi regueros de tinta para sus teorías antibijūs. Especialmente si Reiji se dejaba llevar en el torneo y revelaba al mundo el chakra especial con el que contaba.
Para cualquier otro, oír eso de Shukaku hubiese hecho mella en él. De una u otra manera, se vería influenciado. El Uchiha no es que fuese más duro o más difícil de convencer, simplemente llevaba años escuchando sus instigaciones. Uno acababa por acostumbrarse, aunque solo fuese un poco.
Bajó la cremallera de su chaleco, abriéndolo por completo mientras estiraba el cuello a uno y otro lado.
—Está bien, Etsu. Muéstrame lo que sabes hacer.
—Joder, no hace falta que trates de mierda a tu perro, hombre. Sé que no duró ni medio asalto, pero oye, míralo por este lado —su sonrisa se volvió completa—, no es mucho más de lo que tú vas a poder decir. —Oh, sí. En la guerra de la dialéctica Datsue se encontraba en su salsa—. Ah, pero veo que ya no te atreves a mirarme a la cara, ¿eh? Mirada gacha, ¡así me gusta! ¡Buen chucho!
Pese a que trataba de picarle, sus ojos permanecían atentos. Diez metros había entre ellos —Datsue siempre había tenido un don para medir las distancias a ojo—. El Inuzuka se tambaleaba, a punto de caerse, como un borracho perdido. ¿Cuánto podría aguantar su cuerpo antes de sucumbir? ¿Cuánto antes de que su corazón dijese basta? En aquel momento de la batalla, Datsue supo que tenía que contenerse. Un accidente era eso, un incidente desafortunado. Dos, ambos de uzujin a kusareño, era una coincidencia sospechosa. Si a eso se le añadía que ambos uzujines tenían en su interior el poder de un bijū…
Bueno, eso ya sería darle a Kintsugi regueros de tinta para sus teorías antibijūs. Especialmente si Reiji se dejaba llevar en el torneo y revelaba al mundo el chakra especial con el que contaba.
«¡Qué piense lo que quiera! ¡Tienes que demostrar al mundo quién eres! ¡Que contigo no se puede jugar! ¡Acaba con él, Hijo! ¡DESTRÓZALE!»
Para cualquier otro, oír eso de Shukaku hubiese hecho mella en él. De una u otra manera, se vería influenciado. El Uchiha no es que fuese más duro o más difícil de convencer, simplemente llevaba años escuchando sus instigaciones. Uno acababa por acostumbrarse, aunque solo fuese un poco.
Bajó la cremallera de su chaleco, abriéndolo por completo mientras estiraba el cuello a uno y otro lado.
—Está bien, Etsu. Muéstrame lo que sabes hacer.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado