16/05/2020, 17:15
Datsue esbozó una sonrisa amplísima. Una sonrisa estoica. Una sonrisa del que acaba de recibir una herida de muerte y aún así piensa luchar hasta el final.
—Sabes lo que significa esto, ¿verdad, Juro? —preguntó, a través del sello—. Puedes recibir ayuda de otras personas, pero no de ti mismo a través de un clon. Valiente sinsentido.
Estaba claro, se habían sacado aquella regla de la manga para ir en su contra. Para perjudicarle. Era una injusticia, pero Datsue estaba habituado a ellas. Tan habituado que, de antemano, había decidido tomar medidas preventivas para ello.
Bueno, en realidad no para eso en específico. Antes de adentrarse en el certamen, Datsue había creado cuatro clones. Ni dos. Ni tres. Cuatro. ¿Su plan? Rodear al público en cuatro esquinas, con el único objetivo de vigilar. De vigilar que nadie volvía a jugársela. Que nadie hacía trampas para jugársela de nuevo.
Pero, visto lo visto, iba a tener que utilizarlos para otra cosa.
—¡¡¡Buenas gentes!!! —exclamó, aproximándose desde lo alto al público—. ¿¡Quién de vosotros se anima a hacerme de asistente!? ¡Necesito a dos personas, pero tres estaría bien! ¡Podría tener cuatro! ¡Pero solo quiero a tres! —Podría tener a cuatro, pero solo quiero a tres. Esperaba que sus clones captasen la indirecta.
Una chica de unos veinte años, pelo castaño con mechas púrpuras, situada en una esquina de la plaza alzó la mano. Un varón de unos cuarenta años, con barba de tres días y cicatrices en la cara alzó otra. Una mujer de unos cincuenta años, en otra esquina de la plaza, más atrás, alzó otra. Un hombre de pelo largo, vestido con kimono y actitud regia, alzó otra. Eran sus clones, disfrazados con el Henge no Jutsu. Datsue apuntó con un dedo a los tres primeros.
Los tres se acercarían hasta su puesto de trabajo y, tras agradecerles Datsue enormemente su generosidad, este les explicaría qué necesitaba de ellos. La mujer de mechas púrpuras se encargaría de la amoladora. El hombre de cicatrices se ocuparía de la forja. La mujer mayor, de vigilar el mecanismo. Él, de forjar.
Oh, sí. Datsue estaba haciendo trampas. Por supuesto que las estaba haciendo. No iba a ser el único palurdo que jugase limpio. Si aquella gente quería jugar con fuego, fuego tendrían.
—Sabes lo que significa esto, ¿verdad, Juro? —preguntó, a través del sello—. Puedes recibir ayuda de otras personas, pero no de ti mismo a través de un clon. Valiente sinsentido.
Estaba claro, se habían sacado aquella regla de la manga para ir en su contra. Para perjudicarle. Era una injusticia, pero Datsue estaba habituado a ellas. Tan habituado que, de antemano, había decidido tomar medidas preventivas para ello.
Bueno, en realidad no para eso en específico. Antes de adentrarse en el certamen, Datsue había creado cuatro clones. Ni dos. Ni tres. Cuatro. ¿Su plan? Rodear al público en cuatro esquinas, con el único objetivo de vigilar. De vigilar que nadie volvía a jugársela. Que nadie hacía trampas para jugársela de nuevo.
Pero, visto lo visto, iba a tener que utilizarlos para otra cosa.
—¡¡¡Buenas gentes!!! —exclamó, aproximándose desde lo alto al público—. ¿¡Quién de vosotros se anima a hacerme de asistente!? ¡Necesito a dos personas, pero tres estaría bien! ¡Podría tener cuatro! ¡Pero solo quiero a tres! —Podría tener a cuatro, pero solo quiero a tres. Esperaba que sus clones captasen la indirecta.
Una chica de unos veinte años, pelo castaño con mechas púrpuras, situada en una esquina de la plaza alzó la mano. Un varón de unos cuarenta años, con barba de tres días y cicatrices en la cara alzó otra. Una mujer de unos cincuenta años, en otra esquina de la plaza, más atrás, alzó otra. Un hombre de pelo largo, vestido con kimono y actitud regia, alzó otra. Eran sus clones, disfrazados con el Henge no Jutsu. Datsue apuntó con un dedo a los tres primeros.
Los tres se acercarían hasta su puesto de trabajo y, tras agradecerles Datsue enormemente su generosidad, este les explicaría qué necesitaba de ellos. La mujer de mechas púrpuras se encargaría de la amoladora. El hombre de cicatrices se ocuparía de la forja. La mujer mayor, de vigilar el mecanismo. Él, de forjar.
Oh, sí. Datsue estaba haciendo trampas. Por supuesto que las estaba haciendo. No iba a ser el único palurdo que jugase limpio. Si aquella gente quería jugar con fuego, fuego tendrían.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado