16/05/2020, 21:27
Oh, aquello sí le había sorprendido. A lo largo de su carrera como shinobi, Datsue había visto ejecutar decenas de veces el Fūton Soyokaze no Jutsu. Especialmente en labios de Akame. Pero lo que nunca había llegado a vislumbrar, era a desviarse en medio del aire gracias a expulsar una fuerte brisa por los pies. ¡Por la jodida planta de los pies!
La sorpresa y la situación delicada en la que se encontraba —boca abajo y cayendo de un salto—, le impidieron reaccionar a tiempo. Etsu le tomó de la muñeca y, de un grácil movimiento, le estampó contra el suelo, arrancándole el aire de sus pulmones.
—¡Tsk…! —masculló, apretando los dientes.
Entonces, pasó lo que nadie se esperaba que pasase. Etsu… le abrazó. Fue un abrazo curioso. Más emocional que sentimental. Más de oso que de humano. Datsue, por supuesto, no se quedó sin hacer nada. Tenía que devolver semejante muestra de cariño a su manera.
Verán, los Inuzukas tienen cierta manía tonta. Del mismo modo que los Uchihas se creen que son los únicos con una vista decente, los Inuzukas se piensan, por alguna extraña razón, que son los únicos que muerden.
Oh, sí. Morderle, eso hizo. Aprovechando lo juntos que estaban, piel con piel, mejilla con mejilla, tan solo tuvo que girar la cabeza para hincar los dientes en la oreja izquierda de Etsu, como si fuese un lobo famélico y aquel trozo de carne lo más apetitoso que había olido en años.
Al mismo tiempo, Datsue hizo otra cosa. No podía realizar sellos, no. Pero para aquello no lo necesitaba. Iba a derrotarle del mismo modo que había hecho con su compatriota. Iba a enseñarle lo que era Uzu. Iba a…
La rodilla derecha de Etsu anclada en el suelo. Ahora la izquierda. Ahora un pie. ¿Adivinan que sigue a esta sucesión? Así es, han acertado, se venía…
… ¡¡¡estamparle un Rasengan en plena espalda!!! Para que llevase la espiral tatuada en ella, como un Uchiha haría con un uchiwa, el símbolo del clan. Para que nunca olvidase a Uzu. Para que nunca olvidase contra quién osó enfrentarse.
—¡Rasengan y para tu casa, muchacho!
La sorpresa y la situación delicada en la que se encontraba —boca abajo y cayendo de un salto—, le impidieron reaccionar a tiempo. Etsu le tomó de la muñeca y, de un grácil movimiento, le estampó contra el suelo, arrancándole el aire de sus pulmones.
—¡Tsk…! —masculló, apretando los dientes.
Entonces, pasó lo que nadie se esperaba que pasase. Etsu… le abrazó. Fue un abrazo curioso. Más emocional que sentimental. Más de oso que de humano. Datsue, por supuesto, no se quedó sin hacer nada. Tenía que devolver semejante muestra de cariño a su manera.
Verán, los Inuzukas tienen cierta manía tonta. Del mismo modo que los Uchihas se creen que son los únicos con una vista decente, los Inuzukas se piensan, por alguna extraña razón, que son los únicos que muerden.
Oh, sí. Morderle, eso hizo. Aprovechando lo juntos que estaban, piel con piel, mejilla con mejilla, tan solo tuvo que girar la cabeza para hincar los dientes en la oreja izquierda de Etsu, como si fuese un lobo famélico y aquel trozo de carne lo más apetitoso que había olido en años.
Al mismo tiempo, Datsue hizo otra cosa. No podía realizar sellos, no. Pero para aquello no lo necesitaba. Iba a derrotarle del mismo modo que había hecho con su compatriota. Iba a enseñarle lo que era Uzu. Iba a…
La rodilla derecha de Etsu anclada en el suelo. Ahora la izquierda. Ahora un pie. ¿Adivinan que sigue a esta sucesión? Así es, han acertado, se venía…
… ¡¡¡estamparle un Rasengan en plena espalda!!! Para que llevase la espiral tatuada en ella, como un Uchiha haría con un uchiwa, el símbolo del clan. Para que nunca olvidase a Uzu. Para que nunca olvidase contra quién osó enfrentarse.
—¡Rasengan y para tu casa, muchacho!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado