23/05/2020, 13:46
Las manos del joven Akame volaron raudas a sus portaobjetos, tras analizar la situación, tomando algunos utensilios de su equipamiento mientras él seguía corriendo hacia los dos Protectores. Su objetivo era claro: tenía que capturar a la del comunicador antes de que pudiera dar la alarma, pero para lograrlo primero debía inutilizar al otro. Por un momento dudó sobre si sería posible hacerlo sin matar a ninguno de los dos ninjas. «Habrá que intentarlo», concluyó, sin tenerlas todas consigo.
Cuando apenas estaba a unos diez metros de la escena, el Uchiha lanzó una esfera de papel por los aires, de forma parabólica y calculada para ubicarla entre ambos Protectores, aunque más cerca del dotonero. Contó mentalmente: uno, dos. Dos segundos; eso debería bastar. Su diestra empuñó entonces un kunai y lo lanzó en línea recta hacia un punto determinado entre ambos enemigos: aquel donde, si sus cálculos eran correctos, se encontraría con la hikaridama que ahora caía suavemente siguiendo su trayectoria, haciéndola explotar. Sus manos se entrelazaron en el sello de la Serpiente un momento antes de que el cuchillo arrojadizo encontrara su luminoso destino, y cerró los ojos.
El sello explosivo de clase B que había enrollado al mango del kunai haría entonces explosión, buscando golpear con brutal contundencia al llamado Higari. Akame abrió los ojos entonces, buscando comprobar el resultado de su ofensiva, mientras sus manos —que se resistían a permanecer ociosas— ya formaban otra breve secuencia de sellos: la del Carnero, la Liebre y el Carnero de nuevo.
Acumuló chakra en su vientre, lo dejó salir hacia la garganta y por los labios contraídos expulsó una potente esfera de aire comprimido, una auténtica bala de cañón de gran calibre que buscaría golpear a Higari para asegurarse de que estaría echándose una siesta durante los próximos compases de la batalla. Con el dotonero fuera de combate, Akame tendría un buen margen de tiempo para trabajarse a Nagare: y ya sabía exactamente qué iba a hacer con ella.
Cuando apenas estaba a unos diez metros de la escena, el Uchiha lanzó una esfera de papel por los aires, de forma parabólica y calculada para ubicarla entre ambos Protectores, aunque más cerca del dotonero. Contó mentalmente: uno, dos. Dos segundos; eso debería bastar. Su diestra empuñó entonces un kunai y lo lanzó en línea recta hacia un punto determinado entre ambos enemigos: aquel donde, si sus cálculos eran correctos, se encontraría con la hikaridama que ahora caía suavemente siguiendo su trayectoria, haciéndola explotar. Sus manos se entrelazaron en el sello de la Serpiente un momento antes de que el cuchillo arrojadizo encontrara su luminoso destino, y cerró los ojos.
«¡Fuda: Kassei-ka!»
El sello explosivo de clase B que había enrollado al mango del kunai haría entonces explosión, buscando golpear con brutal contundencia al llamado Higari. Akame abrió los ojos entonces, buscando comprobar el resultado de su ofensiva, mientras sus manos —que se resistían a permanecer ociosas— ya formaban otra breve secuencia de sellos: la del Carnero, la Liebre y el Carnero de nuevo.
«¡Fūton: Renkūdan!»
Acumuló chakra en su vientre, lo dejó salir hacia la garganta y por los labios contraídos expulsó una potente esfera de aire comprimido, una auténtica bala de cañón de gran calibre que buscaría golpear a Higari para asegurarse de que estaría echándose una siesta durante los próximos compases de la batalla. Con el dotonero fuera de combate, Akame tendría un buen margen de tiempo para trabajarse a Nagare: y ya sabía exactamente qué iba a hacer con ella.