23/05/2020, 16:17
—Oh —murmuró Ranko, visiblemente impactada.
Y Ayame le devolvió una mirada cargada de pena. Aunque no podía culparla, sus aldeas ahora estaban enfrentadas. Kusagakure estaba especialmente enfrentada con ella misma por su condición como jinchūriki. No era buena idea que las viera juntas. Sobre todo para Ranko.
Pero antes de que pudiera evadirla para salir finalmente de la tienda, la de Kusagakure hizo algo que la tomó con la guardia baja. Aquella chica tan tímida la misó directamente a los ojos, en un acto que; estaba segura de ello, habría supuesto un mundo para ella.
—No —se negó en rotundo—. E-el principal enemigo de Kusagakure es… es Eikyū Juro-senpai. I-incluso si Ayame-san es un jinchūriki… aquella última palabra la formuló en apenas un susurro—, A-Ayame-san no me hizo nada a mí. N-ni a Kusagakure. A-Aunque... Aunque Yondaime-sama…
Ayame ladeó la cabeza. La Morikage era precisamente el problema, y no debía de estar muy contenta después de lo que había pasado en la primera ronda del torneo: con uno de sus subordinados mancillando la querida imagen del anterior Morikage y otro proclamándose pupilo del traidor. Lo último que le faltaría por ver es a una de sus kunoichi en compañía de la jinchūriki de Amegakure.
—A-Ayame-san tiene razón. N-no deberían vernos juntas —concedió al final. Pero no para rendirse, no. En su lugar, entrelazó las manos en varios sellos. Ayame se tensó en un acto reflejo, e inconscientemente preparó su cuerpo para lo que podría venir. Pero entonces, una nube de humo la envolvió. En mitad de la tienda. Delante de toda aquella gente. Y se transformó en una chica de cabello cobrizo y peinado en dos largas trenzas que vestía un mono y una blusa de manga larga y rayas blancas y negras—. N-n-no soy muy buena con esto... P-pero podría ser suficiente para pasar e-el rato, ¿no cree Ayame-san?
—A... Ah... Aaahh... —tartamudeó Ayame, entre aturdida y apurada. Si antes habían llamado la atención, ahora de seguro mucho más. Al final no pudo hacer otra cosa que soltar una carcajada nerviosa y limpiarse las lágrimas de los ojos—. ¡Está bien, está bien! Tú ganas... —Terminó por suspirar.
Y Ayame le devolvió una mirada cargada de pena. Aunque no podía culparla, sus aldeas ahora estaban enfrentadas. Kusagakure estaba especialmente enfrentada con ella misma por su condición como jinchūriki. No era buena idea que las viera juntas. Sobre todo para Ranko.
Pero antes de que pudiera evadirla para salir finalmente de la tienda, la de Kusagakure hizo algo que la tomó con la guardia baja. Aquella chica tan tímida la misó directamente a los ojos, en un acto que; estaba segura de ello, habría supuesto un mundo para ella.
—No —se negó en rotundo—. E-el principal enemigo de Kusagakure es… es Eikyū Juro-senpai. I-incluso si Ayame-san es un jinchūriki… aquella última palabra la formuló en apenas un susurro—, A-Ayame-san no me hizo nada a mí. N-ni a Kusagakure. A-Aunque... Aunque Yondaime-sama…
Ayame ladeó la cabeza. La Morikage era precisamente el problema, y no debía de estar muy contenta después de lo que había pasado en la primera ronda del torneo: con uno de sus subordinados mancillando la querida imagen del anterior Morikage y otro proclamándose pupilo del traidor. Lo último que le faltaría por ver es a una de sus kunoichi en compañía de la jinchūriki de Amegakure.
—A-Ayame-san tiene razón. N-no deberían vernos juntas —concedió al final. Pero no para rendirse, no. En su lugar, entrelazó las manos en varios sellos. Ayame se tensó en un acto reflejo, e inconscientemente preparó su cuerpo para lo que podría venir. Pero entonces, una nube de humo la envolvió. En mitad de la tienda. Delante de toda aquella gente. Y se transformó en una chica de cabello cobrizo y peinado en dos largas trenzas que vestía un mono y una blusa de manga larga y rayas blancas y negras—. N-n-no soy muy buena con esto... P-pero podría ser suficiente para pasar e-el rato, ¿no cree Ayame-san?
—A... Ah... Aaahh... —tartamudeó Ayame, entre aturdida y apurada. Si antes habían llamado la atención, ahora de seguro mucho más. Al final no pudo hacer otra cosa que soltar una carcajada nerviosa y limpiarse las lágrimas de los ojos—. ¡Está bien, está bien! Tú ganas... —Terminó por suspirar.