24/05/2020, 19:33
Pese a que Ren le importaba más bien poco lo que estaba aconteciendo a sus espaldas, cuando escucho su nombre no pudo evitar intentar prestar algo más de atención.
— No sé como no se me ha ocurrido antes. ¡Ren-chan! ¿Te apetece? — su voz pasó a un tono meloso. Fue un cambio radical de actitud; en un principio le extraño, pero entonces recordó que jugaba con dos mascaras.
Solo quería echarle en cara que dejara de cambiar de actitud delante de su padre; pero eso solo conseguiría enfadar a aquel hombre que luego podría pagarlo o bien con Ren, o que luego su madre le reprochara la actitud, y volver a quedar como una busca líos. El padre de Hana no le había hecho ningún mal, y desde el primer momento, le dió la impresión de un buen hombre afable y cariñoso.
—Tsk. Esta bien — respondió casi gruñendo, dejo la taza y el plato vacio sobre una mesa cercana a la cocina para marcharse al cuarto a cambiarse.
Poco después, esperaría a Hana en la entrada de la casa con las manos dentro de los bolsillos de una sudadera negra; también llevaba unos pantalones de chándal del mismo color junto a unas zapatillas las cuales estas al menos tenían unos detalles en blanco como la punta de estas, las suelas y los cordones.
¿Estaba disimulando nuevamente o es que se le había ocurrido algo para volver a hacerle la puñeta? pensó la joven apoyada sobre la puerta.
— No sé como no se me ha ocurrido antes. ¡Ren-chan! ¿Te apetece? — su voz pasó a un tono meloso. Fue un cambio radical de actitud; en un principio le extraño, pero entonces recordó que jugaba con dos mascaras.
Solo quería echarle en cara que dejara de cambiar de actitud delante de su padre; pero eso solo conseguiría enfadar a aquel hombre que luego podría pagarlo o bien con Ren, o que luego su madre le reprochara la actitud, y volver a quedar como una busca líos. El padre de Hana no le había hecho ningún mal, y desde el primer momento, le dió la impresión de un buen hombre afable y cariñoso.
—Tsk. Esta bien — respondió casi gruñendo, dejo la taza y el plato vacio sobre una mesa cercana a la cocina para marcharse al cuarto a cambiarse.
Poco después, esperaría a Hana en la entrada de la casa con las manos dentro de los bolsillos de una sudadera negra; también llevaba unos pantalones de chándal del mismo color junto a unas zapatillas las cuales estas al menos tenían unos detalles en blanco como la punta de estas, las suelas y los cordones.
¿Estaba disimulando nuevamente o es que se le había ocurrido algo para volver a hacerle la puñeta? pensó la joven apoyada sobre la puerta.