26/05/2020, 18:08
«Uno menos.»
Flip, flop. Así de fácil: aquel desgraciado Protector del Muelle ni siquiera vio venir el —metafórico— puño que le golpeó en la cara, noqueándolo como si hubiese sido el del mejor taijutsero de Kusagakure no Sato. La explosión primero, y el Fūton después, perfectamente coordinados para barrer a aquel molesto shinobi y asegurarle a Akame un ticket sólo de ida a su cita privada con Nagare. Porque si ella no pensaba subestimarle a él, el Uchiha no iba a responderle con la descortesía de juzgarla menos. Sabía que era una Hōzuki y que estaba herida, y más importante: que llevaba un comunicador en su oreja.
Akame se volteó hacia ella. Sus miradas se cruzaron. Nagare profirió un insulto. El Uchiha no se lo devolvió.
La Protectora del Muelle se llevó una mano al oído, pero cuando quiso pedir refuerzos, no pudo. Más concretamente, parecía que sus labios se negaban a moverse, como si algo o alguien los hubiera sellado con cera caliente. Por mucho que aquella mujer se revolviese, sería incapaz de articular palabra. Pronto se daría cuenta de que no sólo su boca había escapado a su control, sino también todo su cuerpo. Sus brazos se sentían pesados, sus piernas parecían ancladas firmemente al suelo y ni siquiera el propio Agua acudiría a su rescate si intentaba convocarlo... Ahora estaba en el reino de Akame.
Éste no le quitaba la mirada de encima, manteniendo su Genjutsu durante unos momentos; fue lo que apenas le tomó para aplastar la voluntad de Nagare bajo la arrolladora marea de la suya propia en un pulso psíquico que duró notablemente poco. Tal era la diferencia entre ambos. Cuando el Uchiha supo que la kunoichi estaba totalmente sometida a su control, ejecutó la segunda parte de su estrategia; conseguir pasaje seguro hacia Kasukami.
—Nagare, quiero que le digas a quien sea que está al otro lado de esa línea que los intrusos han huído en dirección contraria a la ciudad y que solicitas que todos los efectivos se dirijan hacia allá —formuló el Uchiha, cortés—. Luego nos acompañarás personalmente el resto del trayecto hasta Kasukami, asegurándote de que no sufriremos ningún daño ni seremos delatados por nadie. Somos simples viajeros que vamos a la capital: fin del asunto.
Flip, flop. Así de fácil: aquel desgraciado Protector del Muelle ni siquiera vio venir el —metafórico— puño que le golpeó en la cara, noqueándolo como si hubiese sido el del mejor taijutsero de Kusagakure no Sato. La explosión primero, y el Fūton después, perfectamente coordinados para barrer a aquel molesto shinobi y asegurarle a Akame un ticket sólo de ida a su cita privada con Nagare. Porque si ella no pensaba subestimarle a él, el Uchiha no iba a responderle con la descortesía de juzgarla menos. Sabía que era una Hōzuki y que estaba herida, y más importante: que llevaba un comunicador en su oreja.
Akame se volteó hacia ella. Sus miradas se cruzaron. Nagare profirió un insulto. El Uchiha no se lo devolvió.
La Protectora del Muelle se llevó una mano al oído, pero cuando quiso pedir refuerzos, no pudo. Más concretamente, parecía que sus labios se negaban a moverse, como si algo o alguien los hubiera sellado con cera caliente. Por mucho que aquella mujer se revolviese, sería incapaz de articular palabra. Pronto se daría cuenta de que no sólo su boca había escapado a su control, sino también todo su cuerpo. Sus brazos se sentían pesados, sus piernas parecían ancladas firmemente al suelo y ni siquiera el propio Agua acudiría a su rescate si intentaba convocarlo... Ahora estaba en el reino de Akame.
Éste no le quitaba la mirada de encima, manteniendo su Genjutsu durante unos momentos; fue lo que apenas le tomó para aplastar la voluntad de Nagare bajo la arrolladora marea de la suya propia en un pulso psíquico que duró notablemente poco. Tal era la diferencia entre ambos. Cuando el Uchiha supo que la kunoichi estaba totalmente sometida a su control, ejecutó la segunda parte de su estrategia; conseguir pasaje seguro hacia Kasukami.
—Nagare, quiero que le digas a quien sea que está al otro lado de esa línea que los intrusos han huído en dirección contraria a la ciudad y que solicitas que todos los efectivos se dirijan hacia allá —formuló el Uchiha, cortés—. Luego nos acompañarás personalmente el resto del trayecto hasta Kasukami, asegurándote de que no sufriremos ningún daño ni seremos delatados por nadie. Somos simples viajeros que vamos a la capital: fin del asunto.