27/05/2020, 00:47
—Ay, Takumi, Takumi... Pronto aprenderás que entre los ninjas de todas las Aldeas siempre hay cabroncetes dispuestos a estirar los límites de lo que se considera normal, amistoso o cortés. —El genin se imaginaba que sería así, pero por suerte a los que había conocido no tenían pinta de ser "cabroncetes" para nada. —Los ninjas somos guerreros, entre otras muchas cosas, y se espera de nosotros que nos comportemos como tales si participamos en un evento como el Torneo de los Dojos. ¿No pensarás que el ganador se iba a decidir a base de caricias, no?
Su maestra tenía razón, era un torneo de ninjas, no tenía por que morir nadie pero no era un concurso de poemas. Iba a haber hostias si o también. Tampoco esto tensó al kazejin de más, claramente estaba nervioso por estar a la altura de lo que se esperaba de él, pero confiaba en que pudiera entrenar con intensidad hasta la fecha señalada. Tampoco es que hubiera combatido mucho: contra el viejo de Notsuba, contra Saki y contra la misma Junko ese mismo día; exceptuando el primero los demás habían sido combates de entrenamiento, por así decirlo, no había una tensión de ganar o perder casi.
Mientras la pelirroja seguía comiendo unas cantidades y a unas velocidades que su alumno jamás se hubiera imaginado ver en alguien, si no fuera por lo obvio juraría que se trataba de una Akimichi. Tendría que llevar una actividad física constante para quemar todo el alimento y bebida que ingería, o eso o tenía un metabolismo envidiable. Takumi seguía comiendo aunque mucho menos que la chūnin, le gustaba el sushi pero aún estaba acostumbrándose a sus sabores y texturas, tan acostumbrado a las comidas de los desiertos del País del Viento.
—Tú no te preocupes por eso, pero joder, tampoco vayas en plan cagado a no querer llevarte ni una sola tollina. Hasta el ninja más débil tiene que ser capaz de aguantar un par de sopapos. Tú da lo mejor de ti, aprovecha para divertirte en los Dojos, volverte más experimentado y conocer a otros shinobi extranjeros. Pese a lo que puedas oír en estos tiempos que corren, todas las Aldeas tienen gente buena y gente mala. Te vendrá bien aprenderlo de primera mano.
—Quédese tranquila sensei, me esforzaré en el Torneo. —Las palabras de la Uzumaki le llenaron de determinación, era una oportunidad de oro que no podía desperdiciar, pero tenía que estar al nivel de las circunstancias. —Daré lo mejor de mí, saldré del ring o victorioso o inconsciente. —Sentenció.
Y tal vez fuera un poco exagerado de la manera que lo había expresado, pero no se iba a rendir en los combates hasta que no pudiera mantenerse de pie. El torneo no era sino el primer paso para convertirse en un gran shinobi, y esto a su vez el primer paso para poder cumplir su promesa, llevaría la paz a Kaze no Kuni y a todo Ōnindo al precio que fuera.
Su maestra tenía razón, era un torneo de ninjas, no tenía por que morir nadie pero no era un concurso de poemas. Iba a haber hostias si o también. Tampoco esto tensó al kazejin de más, claramente estaba nervioso por estar a la altura de lo que se esperaba de él, pero confiaba en que pudiera entrenar con intensidad hasta la fecha señalada. Tampoco es que hubiera combatido mucho: contra el viejo de Notsuba, contra Saki y contra la misma Junko ese mismo día; exceptuando el primero los demás habían sido combates de entrenamiento, por así decirlo, no había una tensión de ganar o perder casi.
Mientras la pelirroja seguía comiendo unas cantidades y a unas velocidades que su alumno jamás se hubiera imaginado ver en alguien, si no fuera por lo obvio juraría que se trataba de una Akimichi. Tendría que llevar una actividad física constante para quemar todo el alimento y bebida que ingería, o eso o tenía un metabolismo envidiable. Takumi seguía comiendo aunque mucho menos que la chūnin, le gustaba el sushi pero aún estaba acostumbrándose a sus sabores y texturas, tan acostumbrado a las comidas de los desiertos del País del Viento.
—Tú no te preocupes por eso, pero joder, tampoco vayas en plan cagado a no querer llevarte ni una sola tollina. Hasta el ninja más débil tiene que ser capaz de aguantar un par de sopapos. Tú da lo mejor de ti, aprovecha para divertirte en los Dojos, volverte más experimentado y conocer a otros shinobi extranjeros. Pese a lo que puedas oír en estos tiempos que corren, todas las Aldeas tienen gente buena y gente mala. Te vendrá bien aprenderlo de primera mano.
—Quédese tranquila sensei, me esforzaré en el Torneo. —Las palabras de la Uzumaki le llenaron de determinación, era una oportunidad de oro que no podía desperdiciar, pero tenía que estar al nivel de las circunstancias. —Daré lo mejor de mí, saldré del ring o victorioso o inconsciente. —Sentenció.
Y tal vez fuera un poco exagerado de la manera que lo había expresado, pero no se iba a rendir en los combates hasta que no pudiera mantenerse de pie. El torneo no era sino el primer paso para convertirse en un gran shinobi, y esto a su vez el primer paso para poder cumplir su promesa, llevaría la paz a Kaze no Kuni y a todo Ōnindo al precio que fuera.