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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#93
El variopinto grupo volvió al llamado Lumen, donde caminaron sin incidencias por un largo trecho. La niebla, ligera, todavía tintaba de rojo a cuatro de los cinco componentes del grupo, pero nadie había aparecido para reparar en aquel detalle. Quizá, porque todos buscaban como locos en el perímetro de la niebla. Quizá, porque el plan de Akame había salido bien.

¿Los habéis encontrado? —dijo de pronto Nagare, a ninguno de ellos. Se había llevado un dedo al oído—. No, yo no estoy ahí…

Money se inclinó hacia sus compinches y susurró:

Acaban de destluil a uno de mis clones.

No, estoy escoltando a unos viajeros hasta Kasukami. ¿Cómo que por qué? No… No, no. No puedo dejarles solos, tengo que asegurarme de que llegan bien. No puedo acudir hasta entonces. Porque… ¡Pues porque sí, coño! —exclamó enrabietada, si bien algo aturdida también. Se leía en su rostro que incluso ella no terminaba de comprenderlo. Como si su propia mente fuese un puzzle al que le habían cambiado un par de piezas por otras de un puzzle distinto.

Miró a sus acompañantes. Se detuvo un momento. Se había enfrentado a dos de ellos. Uno incluso había dejado inconsciente a su compañero. Joder, su compañero. ¡Ni siquiera había comprobado si seguía vivo! Debía volver y cerciorarse. Pero, antes…

Antes tenía que escoltarles. Ellos eran simples viajeros. Necesitaban llegar a salvo a Kasukami. Nadie debía saber lo que había ocurrido con ellos.

Más rápido —exigió. Ya que tenía que hacerlo, al menos que fuese rápido.


• • •


Lo primero que captaron sus sentidos fue el mar. No por la vista, pues no llegaban todavía a vislumbrarlo, sino por el oído. El suave oleaje rompiendo en la orilla del mar, bañando con sus cristalinas aguas la blanca arena. Ese sonido tan característico de la madera crujiendo. Un mástil con demasiados años a su espalda que se quejaba por el viento, seguramente. O el casco de un gran barco bostezando. Y luego, casi imperceptible, eclipsado por los otros dos, un sonido confuso. ¿Agua cayendo, como en una cascada discontinua? Como si la cascada fuese interrumpida cada poco.

Lo segundo que captaron, fue el pescado. Eso tampoco lo vieron, pero sí llegó a su olfato. Al principio, como un suave aroma, tan sutil que uno no era capaz de distinguir si le resultaba agradable o no. Después, cuando ante sus ojos ya se formaban las primeras casas, el aroma pasó de ser ese suave rumor de un río lejano al retumbar de un cuerno de guerra a dos palmos del oído.

Jodel… qué puto asco —dijo Money, llevándose el cuello de la camisa a la nariz.

Créeme, te llegas a acostumbrar.

Decir que el puerto Kasukami era inmenso, evidenciaba la falta de vocabulario de uno. Imaginemos un bosque, donde cada árbol representa un puerto. El puerto de Uzushiogakure no Sato destacaría entre el resto, sin duda. Su árbol, al contrario que sus vecinos, eran de flor rosa por el cerezo, tan bonita que era imposible apartar la vista por unos instantes. Tampoco uno podía apartar la vista del árbol que colindaba con Coladragón, tan retorcido como un bonsái, si bien por motivos distintos. Había resistido interminables tormentas, y ahí seguía, de pie, y tan solo por eso era digno de admirar. El árbol cercano a Tane-Shigai era frondoso y bonito. El de Taikarune, pequeño pero regio.

Luego estaba el de Kasukami. El de Kasukami era el Árbol Sagrado. Literalmente. En comparación, era como el jodido Árbol Sagrado del País del Bosque.

Decenas y decenas de barcos pesqueros, en su mayoría de tamaño pequeño o mediano, ocupaban los muelles. Específicamente, los muelles laterales, pequeños y que apenas se atrevían a invadir el mar. Pero es que después de eso, que por sí solo era tan grande como cualquier puerto de renombre, estaba la zona principal. La central. Una enorme plataforma que apuñalaba al mar en el corazón y del que surgían interminables muelles, a uno y otro lado. Aquella zona de embarque era donde estaban situados los barcos más grandes y majestuosos, y era allí también donde se podían apreciar varios molinos que aprovechaban la fuerza del agua con algún tipo de propósito. Quizá, dar energía a todas las farolas que iluminaban, incansables, el puerto.

Molinos de marea. Aquel era el sonido a cascada discontinua que habían oído antes.

Si uno atracaba en la zona principal, podía atravesar el distrito bajo por una gran avenida, un bulevar custodiado por árboles y decenas de tiendas pequeñas pero acogedoras. Muchas de ellas, sin embargo, cuyo producto principal parecía estar destinado al turista extranjero —como tiendas de souvenirs—, tenían el cartel de Cerrado y el aspecto de no haber abierto en un buen tiempo. Dicho bulevar parecía ir directo al distrito alto, y si bien no escapaba del olor a pescado, daba la imagen de una ciudad bien cuidada y tratada.

Si uno tenía la mala fortuna de atracar en los muelles laterales, se encontraba con la verdadera esencia de aquel distrito. Decenas de calles y decenas de calles, a cada cual más estrecha y laberíntica a medida que uno se alejaba de la avenida principal. Puestos de pescado por todas partes. Casas de manufactura barata, unas pegadas a las otras, ¡incluso unas encima de otras!

Y allí, precisamente, era donde estaba nuestro variopinto grupo. El Lumen, que no dejaba de ser una pequeña avenida, conectaba con el puerto y llegaba hasta la avenida principal.

Aquí os dejo —anunció Nagare, todavía envuelta en rojo por la niebla artificial, visiblemente impaciente.
[Imagen: MsR3sea.png]

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Mensajes en este tema
RE: Lo que se esconde tras la niebla - por Sama-sama - 28/05/2020, 14:36


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