29/05/2020, 19:15
El peliverde comentó que aún no era tan bueno como Etsu o Akane, pero que el entrenamiento le estaba yendo genial para mejorar con su boxeo. Era normal, después de todo los Inuzuka se habían pasado toda su vida viendo a todas horas el Tekken. Tenían sus katas, golpes y proyecciones hasta en la sopa...
Tekken para despertarse, Tekken para desayunar, Tekken para divertirse, Tekken para llorar, Tekken para almorzar, Tekken para Tekken, Tekken para entrenar, Tekken para merendar, Tekken para hablar con el abuelo, Tekken para cenar, y Tekken para dormir.
Todo era Tekken, por tanto que a éstas alturas no fuese bueno usando el estilo, ya sería para apagar e irse.
Por otro lado, el motivo que impulsaba a practicar a Daigo en el dojo del abuelo era ya conocido por Etsu, de hecho fue él quien se lo propuso. Después de todo, no avanzas tan rápido como piensas si no vas más allá de donde estás en confort. Que él aprendiese un poco de otro estilo de combate le permitía tener otro enfoque de las cosas que necesitaba suplir para mejorar su estilo propio.
Kuumi aprovechó y sacó el bloc para tomar nota con las referencias que le dio el rastas. La chica comenzó a anotar e incluso dibujar cosas, aunque mantuvo todo en oculto para el resto de comensales. Aunque la verdad, al menos los Inuzuka tenían más interés en lo que aún quedaba en sus platos que otra cosa. Ranko tampoco distaba mucho de éstos, la verdad.
Ante el comentario de Etsu, la chica de la trenza no pudo evitar la sorpresa. Quizás ésta si que conocía a gente normal en esa villa de locos, y así lo confirmó. Al parecer se había topado ya en alguna ocasión con un par de chicas, y éstas no habían sido tan Datsue como lo solían ser los Uzujines. A lo mejor las chicas eran un poco menos... asalvajadas. Fuere como fuere, Daigo dejó caer que quizás le venía bien aprender la técnica que había estado enseñando en la academia, esa de fortalecer los brazos. La verdad, si le tocaba contra el espadachín, podía serle de gran utilidad. Por desgracia, Ranko confesó que aún no tenía conocimiento alguno de esa técnica. Sin embargo, comentó que podría practicar.
Poco después, lo que buscaba con la mirada no era otra cosa que a alguien que le sirviese algo más de comer, o el postre. Akame y Etsu aguardaban de la misma manera, y alzaron la mano para llamar la atención de una mesera cercana.
—Cuatro flanes de vainilla y una bola de helado para cada uno cuando pueda, por favor —pidió el rastas, haciendo la petición de él y de Akane. —y por ahí... ¿van a querer algo más?
Tekken para despertarse, Tekken para desayunar, Tekken para divertirse, Tekken para llorar, Tekken para almorzar, Tekken para Tekken, Tekken para entrenar, Tekken para merendar, Tekken para hablar con el abuelo, Tekken para cenar, y Tekken para dormir.
Todo era Tekken, por tanto que a éstas alturas no fuese bueno usando el estilo, ya sería para apagar e irse.
Por otro lado, el motivo que impulsaba a practicar a Daigo en el dojo del abuelo era ya conocido por Etsu, de hecho fue él quien se lo propuso. Después de todo, no avanzas tan rápido como piensas si no vas más allá de donde estás en confort. Que él aprendiese un poco de otro estilo de combate le permitía tener otro enfoque de las cosas que necesitaba suplir para mejorar su estilo propio.
Kuumi aprovechó y sacó el bloc para tomar nota con las referencias que le dio el rastas. La chica comenzó a anotar e incluso dibujar cosas, aunque mantuvo todo en oculto para el resto de comensales. Aunque la verdad, al menos los Inuzuka tenían más interés en lo que aún quedaba en sus platos que otra cosa. Ranko tampoco distaba mucho de éstos, la verdad.
Ante el comentario de Etsu, la chica de la trenza no pudo evitar la sorpresa. Quizás ésta si que conocía a gente normal en esa villa de locos, y así lo confirmó. Al parecer se había topado ya en alguna ocasión con un par de chicas, y éstas no habían sido tan Datsue como lo solían ser los Uzujines. A lo mejor las chicas eran un poco menos... asalvajadas. Fuere como fuere, Daigo dejó caer que quizás le venía bien aprender la técnica que había estado enseñando en la academia, esa de fortalecer los brazos. La verdad, si le tocaba contra el espadachín, podía serle de gran utilidad. Por desgracia, Ranko confesó que aún no tenía conocimiento alguno de esa técnica. Sin embargo, comentó que podría practicar.
Poco después, lo que buscaba con la mirada no era otra cosa que a alguien que le sirviese algo más de comer, o el postre. Akame y Etsu aguardaban de la misma manera, y alzaron la mano para llamar la atención de una mesera cercana.
—Cuatro flanes de vainilla y una bola de helado para cada uno cuando pueda, por favor —pidió el rastas, haciendo la petición de él y de Akane. —y por ahí... ¿van a querer algo más?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~