31/05/2020, 23:44
Finalmente, después de una ardua lucha para no ser descubiertos por los esbirros de Umigarasu; Kaido y sus compañeros dragones lograron volver al punto cero: de vuelta a aparentar ser simples viajeros, aunque ahora custodiados por nada más y nada menos que una Protectora del Muelle. Ésto no hubiera sido posible de no ser por Uchiha Akame, que una vez más había demostrado su utilidad para Sekiryū. Había demostrado ser con creces un tipo inteligente, resuelto, y muy hábil para resolver situaciones imprevistas, que aunque bien podrían haberse evitado si Kyūtsuki hubiese hecho bien su trabajo, fueron finalmente resueltas sin mayores contratiempos. Ahora, el grupo de infiltración tenía la tarea de adentrarse finalmente en la ciudad portuaria más grande del País del Agua, donde tendrían que encontrar nuevos caminos que les llevaran finalmente hacia la fortaleza detrás de la que se esconde todo feudal: su castillo, al cual tendrían que escabullirse sin que les vieran.
Aquello no iba a ser una proeza sencilla, ni mucho menos. Ingenuo de aquél que así lo creyera, puesto no eran conscientes de la magnitud de la tarea. No sólo por el hecho de que se trataba de la morada de un Señor Feudal, no. Sino porque se trataba, sencillamente, de Kasukami.
Qué decir de Kasukami. Los que practican el romanticismo la llamarían como el cubil donde acaban reuniéndose todos los hijos del mar. Los que se dedicaban a estudiar la historia, dirían que la ciudad portuaria fue alguna vez, eones atrás, la colonia donde los corsarios del océano y los cientos de piratas que navegaban los mares en busca de tierras desconocidas asentaron todo su tesoro, llamándola así como la tierra de Libertalia.
Kaido no pertenecía a ninguno de estos movimientos, pero para él era innegable la majestuosidad de aquella ciudad. A pesar del aroma. A pesar de que la vida parecía estar escabulléndose poco a poco a lo que catalogaban como el Distrito Alto. Para él, el rugir de las olas y el horizonte empañado por los altos mástiles y las portentosas velas de los barcos era, desde luego, un panorama sin igual. De más está decir que le hubiese gustado recorrerla a profundidad. Sumergirse de lleno en su gente, en su cultura. En los secretos que esconden sus más aledaños rincones, liderados por distintas bandas adeptas a Umigarasu.
Pero aquello no iba a ser posible, ni mucho menos. No al menos con esa puta niebla roja delatándoles. Kaido esperó a que Nagare desapareciera para hablarle al grupo.
—Nos va a ser imposible llegar al Distrito Alto con esta puta mierda roja encima. Creo que lo mejor será refugiarnos en algún lado hasta que decidan dar de baja al código Rojo, para poder movernos con mayor libertad. ¿Habrá que usar la carta de Sukyū, no?
Aquello no iba a ser una proeza sencilla, ni mucho menos. Ingenuo de aquél que así lo creyera, puesto no eran conscientes de la magnitud de la tarea. No sólo por el hecho de que se trataba de la morada de un Señor Feudal, no. Sino porque se trataba, sencillamente, de Kasukami.
Qué decir de Kasukami. Los que practican el romanticismo la llamarían como el cubil donde acaban reuniéndose todos los hijos del mar. Los que se dedicaban a estudiar la historia, dirían que la ciudad portuaria fue alguna vez, eones atrás, la colonia donde los corsarios del océano y los cientos de piratas que navegaban los mares en busca de tierras desconocidas asentaron todo su tesoro, llamándola así como la tierra de Libertalia.
Kaido no pertenecía a ninguno de estos movimientos, pero para él era innegable la majestuosidad de aquella ciudad. A pesar del aroma. A pesar de que la vida parecía estar escabulléndose poco a poco a lo que catalogaban como el Distrito Alto. Para él, el rugir de las olas y el horizonte empañado por los altos mástiles y las portentosas velas de los barcos era, desde luego, un panorama sin igual. De más está decir que le hubiese gustado recorrerla a profundidad. Sumergirse de lleno en su gente, en su cultura. En los secretos que esconden sus más aledaños rincones, liderados por distintas bandas adeptas a Umigarasu.
Pero aquello no iba a ser posible, ni mucho menos. No al menos con esa puta niebla roja delatándoles. Kaido esperó a que Nagare desapareciera para hablarle al grupo.
—Nos va a ser imposible llegar al Distrito Alto con esta puta mierda roja encima. Creo que lo mejor será refugiarnos en algún lado hasta que decidan dar de baja al código Rojo, para poder movernos con mayor libertad. ¿Habrá que usar la carta de Sukyū, no?