4/06/2020, 01:17
(Última modificación: 7/08/2020, 19:07 por Himura Hana. Editado 4 veces en total.)
—. ¿Y usted es…?
— ¿Cómo que quien soy? — dijo con una sonrisa tensa para después girarse a Kyo que ya estaba mirando en otra dirección disimuladamente — Kyo, pero ¿les has explicado algo?
— Perdona, me dijiste que vigilase y que si aparecian los ninjas te los trajese, pues aquí los tienes, ahora voy a comer algo y echarme una buena siesta.
— ¡Pero si te acabas de levantar! Haz el favor de volver al camino, aún pueden aparecer más maleantes. Seguro que el rumor ya ha circulado.
Kyo suspiró y se fue arrastrando los pies, pero no opuso demasiada resistencia, seguramente porque se esperaba aquella orden ya. Yōgi volvió a encarar a la pareja de Kusagakure y se frotó las manos.
— ¿Por donde ibamos? Ah, sí. Llamadme Yōgi, por favor. Y sí, soy yo el que pidió la misión. Venid, por favor. — empezaría a andar hacia la tienda grande, esperando que ambos le siguiesen. — En fin, no os voy a aburrir con los detalles pero estaba yo haciendo una transacción tan tranquilo y cuando hemos acabado y cada uno tiene su parte, aparece un chacal, le quita de las manos a mi subordinado el maletin con todo el dinero y empieza a correr. Por suerte, Kyo le dio un buen tajo en una pierna, seguro que no contaba con eso el maldito chacal. Resumiendo, él huye, nosotros le seguimos y decide adentrarse en las cuevas, y no, no fue improvisado, llevaba mascara el muy desgraciado.
Hizo una breve pausa para buscar algo. El interior de la tienda no era nada del otro mundo, había un saco de dormir a un lado, varias mesas plegables, una en el centro con papeles y un par a cada lado con comida y bebida, y varios sacos cuyo contenido no podían ver sin abrirlos expresamente. Seguramente era la tienda salón, mientras que las otras se usarían para poco más que dormir.
— Aquí está. La factura de la broma. — le pasó un pergamino a Kazuma, donde ponía qué había vendido y cuando había cobrado. — Para que veais la magnitud del problema. Y claro, nosotros no teníamos ni respiradores ni manera alguna de pasar a las minas, ¿para qué? Que solo íbamos a hacer una pequeña transacción en el oasis. Pues una semana llevamos aquí montando guardia con la broma.
La factura evidenciaba que había vendido cinco estatuillas de oro que representaban los elementos de la naturaleza, cada estatuilla costaba más de lo que se pagaba por hacer una misión de rango S. También era evidente que su cliente se estaba desahogando más que explicando nada que tuviese que ver con la función de los ninjas en todo esto.
— ¿Cómo que quien soy? — dijo con una sonrisa tensa para después girarse a Kyo que ya estaba mirando en otra dirección disimuladamente — Kyo, pero ¿les has explicado algo?
— Perdona, me dijiste que vigilase y que si aparecian los ninjas te los trajese, pues aquí los tienes, ahora voy a comer algo y echarme una buena siesta.
— ¡Pero si te acabas de levantar! Haz el favor de volver al camino, aún pueden aparecer más maleantes. Seguro que el rumor ya ha circulado.
Kyo suspiró y se fue arrastrando los pies, pero no opuso demasiada resistencia, seguramente porque se esperaba aquella orden ya. Yōgi volvió a encarar a la pareja de Kusagakure y se frotó las manos.
— ¿Por donde ibamos? Ah, sí. Llamadme Yōgi, por favor. Y sí, soy yo el que pidió la misión. Venid, por favor. — empezaría a andar hacia la tienda grande, esperando que ambos le siguiesen. — En fin, no os voy a aburrir con los detalles pero estaba yo haciendo una transacción tan tranquilo y cuando hemos acabado y cada uno tiene su parte, aparece un chacal, le quita de las manos a mi subordinado el maletin con todo el dinero y empieza a correr. Por suerte, Kyo le dio un buen tajo en una pierna, seguro que no contaba con eso el maldito chacal. Resumiendo, él huye, nosotros le seguimos y decide adentrarse en las cuevas, y no, no fue improvisado, llevaba mascara el muy desgraciado.
Hizo una breve pausa para buscar algo. El interior de la tienda no era nada del otro mundo, había un saco de dormir a un lado, varias mesas plegables, una en el centro con papeles y un par a cada lado con comida y bebida, y varios sacos cuyo contenido no podían ver sin abrirlos expresamente. Seguramente era la tienda salón, mientras que las otras se usarían para poco más que dormir.
— Aquí está. La factura de la broma. — le pasó un pergamino a Kazuma, donde ponía qué había vendido y cuando había cobrado. — Para que veais la magnitud del problema. Y claro, nosotros no teníamos ni respiradores ni manera alguna de pasar a las minas, ¿para qué? Que solo íbamos a hacer una pequeña transacción en el oasis. Pues una semana llevamos aquí montando guardia con la broma.
La factura evidenciaba que había vendido cinco estatuillas de oro que representaban los elementos de la naturaleza, cada estatuilla costaba más de lo que se pagaba por hacer una misión de rango S. También era evidente que su cliente se estaba desahogando más que explicando nada que tuviese que ver con la función de los ninjas en todo esto.