31/12/2015, 02:34
Todo se apagó.
Negro. No era una negrura como la de una habitación a oscuras, no como la de una noche sin luna. Bien podría ser descrita como algo aún más negro que eso, tenebroso, terrorífico, desolador. Era como si las hubieran encerrado en un mundo sin luz, tanto era así que ya ni a las mismas tinieblas sabrían imaginarse, tanto era así que ni el mismo diablo hubiera querido estar allí.
Una inseguridad galopante creció en ellas, como si algo maligno y terriblemente homicida respirase tras sus nucas y por delante sólo les aguardase el frío beso de las púas de una dama de hierro.
La voz y el mensaje se repitieron, y algo les empujaba de nuevo a bajar al sótano como también algo las había empujado a entrar en la morada en primer lugar. Demonios, no sabían ni por dónde quedaba el sótano cuando Eri ya había avanzado dos pasos en dirección a él.
Las luces se encendieron. Y alguien las aguardaba al pie de la escalera. Su rostro era de estar molesto con alguna cosa.
Tenía el cabello lacio de un rubio rojizo, anaranjado, desgreñado. Los ojos apagados de mirada perdida que se clavaban en ellas suspicazmente. Era alto y estirado como un palo, vestido con traje antiguo japonés, de color negro. Una cinta negra también atada en la frente, de tela, pero sin placa ni símbolo como las suyas.
—Algo peor que los demonios os augura en esta casa, y no debéis escucharlo —anunció—. Debéis seguirme. Arriba. No abajo. Al cielo. Huyendo del infierno.
Sonrió. Algo en la falta de brillo de sus ojos resultaba terriblemente perturbador. Pero después de la visión que acababan de tener, una lluvia de cuchillos les habría parecido reconfortante.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)