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No pudo evitar esbozar una suave sonrisa ante aquella confesión; pero se limitó a ignorar el tema, si la molestaba no podría seguir viendola así de vulnerable y dulce, y volvería la bestia gruñona.
— En fin, tendremos que comer algo; empiezan a sonarme las tripas casi tanto como el cielo — dijo acariciándose el estómago.
Claro que podría simplemente ir y arrasar con todo lo que hubiera en la cocina, pero no quería comer sola y mucho menos dejarla de lado a ella.
— En fin, tendremos que comer algo; empiezan a sonarme las tripas casi tanto como el cielo — dijo acariciándose el estómago.
Claro que podría simplemente ir y arrasar con todo lo que hubiera en la cocina, pero no quería comer sola y mucho menos dejarla de lado a ella.