6/06/2020, 01:23
El viaje hasta el piso franco fue, también, un camino esclarecedor. Akame fue guiándoles por las laberínticas calles que componían el Distrito Bajo, momentos durante los cuales fueron encontrándose esporádicamente con gente, que rehuían de su presencia con palpable temor. La estela roja era probablemente la causante del resquemor en los pueblerinos, aunque en esta circunstancia, tenían suerte de que el efecto del Lúmen afectaba a todo aquél que tuviera chakra, y no discriminaba entre locales e infiltrados. Pero aquello no era consuelo suficiente para Kaido. Con cada paso, su preocupación crecía exponencialmente, pues entrar a Kasukami no había sido el símil de entrar en la boca del lobo; pero ésto sí lo era. Lo era, porque ahora mismo las probabilidades de que alguna de las mafias acabase pillándoles era muy alta. O de que, en algún momento de la travesía, su avance se viera impedido por un punto de no retorno. Y eso fue lo que pasó.
La turbia mirada del escualo, que sudaba a cántaros, volvió hacia sus compañeros; que también veían todo a su espalda. Kaido había comprobado de primera mano al igual que el resto lo que les esperaba al final de aquella estrecha avenida. Una mujer enorme, muy enorme, dando ordenes a mansalva.
—Me cago en todo, la suerte no está hoy de nuestro lado —se dijo para sí mismo, aunque habló más alto de lo que hubiese querido. Miró a Akame y señaló a su espalda—. ¿por ahí está el único camino, no es cierto? —el escualo se retrajo y se apoyó en la esquina, escondiendo otra vez el pescuezo. Luego miró a Otohime, que no había hecho más que ser una espectadora en todo el asunto—. eh, tú. ¿No puedes usar un fūinjutsu para suprimir esta mierda? —sugirió—. de lo contrario, o tratamos de escabullirnos por los tejados o ...
No se le ocurría otra cosa. Volver no era una opción —iban a perder mucho tiempo—. y usar alguna clase de señuelo con esa mujer acabaría definitivamente con la efectividad del señuelo implantado por Akame tras los falsos reportes de la Protectora.
La turbia mirada del escualo, que sudaba a cántaros, volvió hacia sus compañeros; que también veían todo a su espalda. Kaido había comprobado de primera mano al igual que el resto lo que les esperaba al final de aquella estrecha avenida. Una mujer enorme, muy enorme, dando ordenes a mansalva.
—Me cago en todo, la suerte no está hoy de nuestro lado —se dijo para sí mismo, aunque habló más alto de lo que hubiese querido. Miró a Akame y señaló a su espalda—. ¿por ahí está el único camino, no es cierto? —el escualo se retrajo y se apoyó en la esquina, escondiendo otra vez el pescuezo. Luego miró a Otohime, que no había hecho más que ser una espectadora en todo el asunto—. eh, tú. ¿No puedes usar un fūinjutsu para suprimir esta mierda? —sugirió—. de lo contrario, o tratamos de escabullirnos por los tejados o ...
No se le ocurría otra cosa. Volver no era una opción —iban a perder mucho tiempo—. y usar alguna clase de señuelo con esa mujer acabaría definitivamente con la efectividad del señuelo implantado por Akame tras los falsos reportes de la Protectora.