6/06/2020, 18:08
Kazuma anotaba mientras recibía las palabras del comerciante.
—Mi contacto aquí me ha asegurado que no hay más salida de esta para esta entrada. Y si empezamos a desconfiar de la gente cuya única relación contigo es que les pagas, ¡no podríamos confiar en nadie! Encargué dos respiradores, uno lo tiene mi contacto, que ha entrado a la cueva hace un momento. Debería estar al caer ya, solo iba a hacer algo de reconocimiento.
—Bueno, dicen que el dinero inspira muchas cosas, pero la lealtad y la confianza no son una de ellas —proverbio, creyendo que era una sentencia absolutamente cierta, y que aun así seguían existiendo los bancos y los prestamistas.
«¡Que irónico el mundo: lealtad y confianza son las consignas predilectas de quienes manejan dinero!», pensó sonriendo.
Kazuma salió de la tienda y miro hacia la entrada de la mina, hacia aquella garganta de la montaña. En su interior sentía un poco de inquietud, pues lo lugares oscuros jamás auguraban cosas buenas.
—Recibimos esta misma mañana los respiradores y como no aparecíais se metió él. A mí me daba igual mientras recuperase el dinero.
—Esperémosle a ver que ha encontrado o que puede decirnos —propuso, mientras juzgaba como imprudente adentrarse solo en las minas con un ladrón ocultándose en ellas.
Las minas:
* Profundidad: desconocida
* Extensión: desconocida
* Ambiente: venenoso
* Salidas: solo una (aparentemente)
El ladrón:
* Herido, presumiblemente peligroso
* Escondido, presumiblemente conoce bien las minas
* Profundidad: desconocida
* Extensión: desconocida
* Ambiente: venenoso
* Salidas: solo una (aparentemente)
El ladrón:
* Herido, presumiblemente peligroso
* Escondido, presumiblemente conoce bien las minas
—Mi contacto aquí me ha asegurado que no hay más salida de esta para esta entrada. Y si empezamos a desconfiar de la gente cuya única relación contigo es que les pagas, ¡no podríamos confiar en nadie! Encargué dos respiradores, uno lo tiene mi contacto, que ha entrado a la cueva hace un momento. Debería estar al caer ya, solo iba a hacer algo de reconocimiento.
—Bueno, dicen que el dinero inspira muchas cosas, pero la lealtad y la confianza no son una de ellas —proverbio, creyendo que era una sentencia absolutamente cierta, y que aun así seguían existiendo los bancos y los prestamistas.
«¡Que irónico el mundo: lealtad y confianza son las consignas predilectas de quienes manejan dinero!», pensó sonriendo.
Kazuma salió de la tienda y miro hacia la entrada de la mina, hacia aquella garganta de la montaña. En su interior sentía un poco de inquietud, pues lo lugares oscuros jamás auguraban cosas buenas.
—Recibimos esta misma mañana los respiradores y como no aparecíais se metió él. A mí me daba igual mientras recuperase el dinero.
—Esperémosle a ver que ha encontrado o que puede decirnos —propuso, mientras juzgaba como imprudente adentrarse solo en las minas con un ladrón ocultándose en ellas.