8/06/2020, 20:03
El sonido de unos pasos acelerados fue lo que la sacó de su ensimismamiento. O de su duermevela, si era sincera. La kunoichi entreabrió los ojos a tiempo de ver una sombra roja acercándose a toda velocidad a ella.
«¿Un zorro?» Fue lo primero que se le pasó por su adormilada mente.
—¡Ayame! —ladró el zorro.
Ella parpadeó varias veces, confundida. ¿Un zorro que hablaba? Pero el zorro se transformó súbitamente en una joven de cabellos rojos como el fuego que vestía un vestido del mismo color.
—¡Oh, Eri! —exclamó, apresurándose a reincorporarse. Con un sonoro bostezo, la muchacha se frotó los ojos.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Y ella la miró, interrogante. No tardó en darse cuenta de que se estaba refiriendo a las múltiples tiritas que adornaban sus dedos.
—¡Ah! ¿Esto? No es nada, no te preocupes, efectos secundarios de los entrenamientos —se rio, agitando una mano en el aire para restarle importancia—. ¿Qué haces por aquí?
«¿Un zorro?» Fue lo primero que se le pasó por su adormilada mente.
—¡Ayame! —ladró el zorro.
Ella parpadeó varias veces, confundida. ¿Un zorro que hablaba? Pero el zorro se transformó súbitamente en una joven de cabellos rojos como el fuego que vestía un vestido del mismo color.
—¡Oh, Eri! —exclamó, apresurándose a reincorporarse. Con un sonoro bostezo, la muchacha se frotó los ojos.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Y ella la miró, interrogante. No tardó en darse cuenta de que se estaba refiriendo a las múltiples tiritas que adornaban sus dedos.
—¡Ah! ¿Esto? No es nada, no te preocupes, efectos secundarios de los entrenamientos —se rio, agitando una mano en el aire para restarle importancia—. ¿Qué haces por aquí?