11/06/2020, 00:32
Habían pasado ya unos días desde los últimos combates, por fin Takumi pudo demostrar algo en aquel ring. Se preguntaba qué tal se habría recuperado su rival, aquella chica de Amegakure, pero tampoco encontró valor como para presentarse a preguntar. Al fin y al cabo le había hecho muchas perrerías en el combate y, aunque ella no parecía enfadada con el marionetista al término del combate, no se fiaba de la reacción de sus superiores o familiares. También le preocupaba, mucho más, su próximo combate. Como tal ya había acabado pero había una ronda extra, una especie de ronda entre divisiones en la cual a él le tocaba enfrentarse contra una jōnin de la Lluvia. «Eso va a ser un desastre...» El de gafas esperaba que su siguiente contrincante no buscara venganza por su victoria frente a la espadachina, porque entonces podía ser mucho más humillante de lo que iba a ser ya de por sí.
Mientras estos pensamientos le rondaban la cabeza estaba dando un paseo por Hokutōmori, en uno de sus paseos por Sendōshi encontró un panfleto turístico que hablaba de los templos que se encontraban ahí dentro y no podía perder la oportunidad de visitarlos antes de que el Torneo acabase. Los bosques le fascinaban, acostumbrado las dunas del desierto y a la escasa vegetación de su tierra natal. Encima aquel bosque en especial tenía un ambiente mágico que no conseguía explicar, la paz y tranquilidad transmitida era algo inexplicable casi.
Se detuvo a contemplar el templo sintoísta, la arquitectura era preciosa y se notaba como una verdadera casa de dioses; las estatuas de los kamis y diversas deidades se presentaban con fuerza y había gente realizando sus plegarias. Se sentó a un lado del camino que daba entrada al templo y sacó un lápiz y un pequeño cuaderno. Y comenzó entonces a hacer dibujos, principalmente de las estatuas de los dioses ya que toda idea es buena para una futura marioneta.
Mientras estos pensamientos le rondaban la cabeza estaba dando un paseo por Hokutōmori, en uno de sus paseos por Sendōshi encontró un panfleto turístico que hablaba de los templos que se encontraban ahí dentro y no podía perder la oportunidad de visitarlos antes de que el Torneo acabase. Los bosques le fascinaban, acostumbrado las dunas del desierto y a la escasa vegetación de su tierra natal. Encima aquel bosque en especial tenía un ambiente mágico que no conseguía explicar, la paz y tranquilidad transmitida era algo inexplicable casi.
Se detuvo a contemplar el templo sintoísta, la arquitectura era preciosa y se notaba como una verdadera casa de dioses; las estatuas de los kamis y diversas deidades se presentaban con fuerza y había gente realizando sus plegarias. Se sentó a un lado del camino que daba entrada al templo y sacó un lápiz y un pequeño cuaderno. Y comenzó entonces a hacer dibujos, principalmente de las estatuas de los dioses ya que toda idea es buena para una futura marioneta.