21/06/2020, 18:46
—Supongo que es porque es nuestro hogar. Más que nuestra propia casa o nuestra propia habitación, toda la villa y sus habitantes son extrañamente familiares para mi. Supongo que es parte de ser kunoichi sentirte así.
Aunque entendía lo que quería decir la rubia no podía decir que los habitantes de la Aldea le eran familiares, era su tercer año en el Remolino y su corazón estaba aún en los desiertos del Viento. Tal vez con el paso de los años podría sentirse como un lugareño más y gracias a Dios no se lo estaban poniendo difícil, en ningún momento había recibido muestras de racismo o similar; lo máximo que algunos aún se sorprenden de ver a un extranjero con la bandana de Uzu en la frente.
—Aunque es raro haberte conocido en el Valle, cuando llegué aquí esperaba conocer a todos los participantes de Uzushiogakure. Conocía a Reiji, a Eri, incluso a Datsue, pero a ti no. Y no sé, es raro, porque no te ubico del todo. —Parece que se puso algo nerviosa. —Que no quiero decir que seas menos uzujin que nadie ni que desconfie de ti, —El de gafas se rió ligeramente intentando que no se preocupara por eso su compañera. —más bien que me gustaría vernos una vez volvamos a la villa y no sé, ¿hacer una misión juntos?
—Me parece genial lo de la misión, necesito ampliar el expediente y no me vendría nada mal el dinero; las marionetas no son baratas precisamente. —A ver si por fin conseguía ponerse con las misiones más a menudo. —Y lo de que no me hayas visto por la Aldea no te preocupes es normal, no suelo salir de casa muy a menudo.
Eso era otra cosa que tenía que mejorar, tal vez socializar un poco de vez en cuando no le vendría mal, sobretodo con sus compañeros de oficio. Hasta entonces lo único que hacía con su tiempo era estar en casa estudiando manuales y tratados del arte de las marionetas y creando prototipos; o ayudar a Airi en la taberna los fines de semana. Con todo esto poco había hecho el kazejin para conocer a los locales.
Aunque entendía lo que quería decir la rubia no podía decir que los habitantes de la Aldea le eran familiares, era su tercer año en el Remolino y su corazón estaba aún en los desiertos del Viento. Tal vez con el paso de los años podría sentirse como un lugareño más y gracias a Dios no se lo estaban poniendo difícil, en ningún momento había recibido muestras de racismo o similar; lo máximo que algunos aún se sorprenden de ver a un extranjero con la bandana de Uzu en la frente.
—Aunque es raro haberte conocido en el Valle, cuando llegué aquí esperaba conocer a todos los participantes de Uzushiogakure. Conocía a Reiji, a Eri, incluso a Datsue, pero a ti no. Y no sé, es raro, porque no te ubico del todo. —Parece que se puso algo nerviosa. —Que no quiero decir que seas menos uzujin que nadie ni que desconfie de ti, —El de gafas se rió ligeramente intentando que no se preocupara por eso su compañera. —más bien que me gustaría vernos una vez volvamos a la villa y no sé, ¿hacer una misión juntos?
—Me parece genial lo de la misión, necesito ampliar el expediente y no me vendría nada mal el dinero; las marionetas no son baratas precisamente. —A ver si por fin conseguía ponerse con las misiones más a menudo. —Y lo de que no me hayas visto por la Aldea no te preocupes es normal, no suelo salir de casa muy a menudo.
Eso era otra cosa que tenía que mejorar, tal vez socializar un poco de vez en cuando no le vendría mal, sobretodo con sus compañeros de oficio. Hasta entonces lo único que hacía con su tiempo era estar en casa estudiando manuales y tratados del arte de las marionetas y creando prototipos; o ayudar a Airi en la taberna los fines de semana. Con todo esto poco había hecho el kazejin para conocer a los locales.