25/06/2020, 22:24
La pelirroja apresuró a decir que ellas debían ir de regreso con sus padres tras la comida, por lo que daba a deducir que no podrían entrenar por el resto del día quizás. Justo tras ello, buscó con la mirada a la camarera, y alzó la mano para llamar su atención. Para cuando la mujer miró hacia la mesa, ésta pidió que les trajese la cuenta. Ranko pareció caer —valga la redundancia— en la cuenta, y terminó sentenciando que el entrenamiento tendría que esperar. Quizás otro día.
—Sí, está bien así, después de todo mejor cuando estemos en plenas condiciones, ¿no? —obviamente, era una pregunta retórica.
La camarera no tardó demasiado en aparecer de nuevo por la mesa, trayendo consigo la cuenta. Como en una buena película del oeste, el silencio reinó por un instante de pura tensión. La planta rodadora pasó por medio de la mesa —no literalmente— dando consigo la rápida señal de que todo estaba echado, que se podía desenfundar.
Etsu, rápido cual Uzujin blasfemando cualquier otra cosa fuera de los muros de Uzushiogakure, lazó su mano al bolsillo y la sacó a la velocidad de la luz. Un montón de billetes volaron si dirección determinada, casi arrojados a puro azar, pero en última instancia se arrojaron sobre la mesa gracias a otro veloz movimiento por parte de la mano del Inuzuka. En un abrir y cerrar de ojos, el rastas habría plantado ahí una gran cantidad de dinero. Un dinero que le quemaba en el bolsillo, pues no pensaba haberlo ganado.
«Adiós al dinero del abuelo y el loco.»
No pudo evitar sonreír en lo que intentaba que la camarera se quedase con su dinero. Aunque Ranko tampoco lo ponía fácil, pues ella también quiso pagar no solo la parte correspondiente a ella y su hermana...
Al final, la camarera tomó la mitad de un lado, y la otra mitad del otro. Seguramente no era la primer ni sería la última vez que tropezase con comensales como la Sagiso y el Inuzuka. Con lo cuál, quizás ambos quedaron medianamente satisfechos. Etsu quizás debería de gastar el resto del dinero en helado o alguna de las absurdas sugerencias del glotón de su hermano, pero en fin. Menos da una piedra.
Ranko admitió que fue un gusto encontrarlos, y no perdió oportunidad para aunar fuerzas contra el torneo. Su hermana por otro lado, también se alegró de haber estado comiendo con ellos, e hizo un curioso guiño en el apodado Verde.
—Sí, lo mismo digo. Ha sido un placer comer con caras conocidas. Hasta la próxima. —zanjó el Inuzuka en lo que abandonaban el restaurante, tomando cada uno diferentes direcciones.
—Sí, está bien así, después de todo mejor cuando estemos en plenas condiciones, ¿no? —obviamente, era una pregunta retórica.
La camarera no tardó demasiado en aparecer de nuevo por la mesa, trayendo consigo la cuenta. Como en una buena película del oeste, el silencio reinó por un instante de pura tensión. La planta rodadora pasó por medio de la mesa —no literalmente— dando consigo la rápida señal de que todo estaba echado, que se podía desenfundar.
Etsu, rápido cual Uzujin blasfemando cualquier otra cosa fuera de los muros de Uzushiogakure, lazó su mano al bolsillo y la sacó a la velocidad de la luz. Un montón de billetes volaron si dirección determinada, casi arrojados a puro azar, pero en última instancia se arrojaron sobre la mesa gracias a otro veloz movimiento por parte de la mano del Inuzuka. En un abrir y cerrar de ojos, el rastas habría plantado ahí una gran cantidad de dinero. Un dinero que le quemaba en el bolsillo, pues no pensaba haberlo ganado.
«Adiós al dinero del abuelo y el loco.»
No pudo evitar sonreír en lo que intentaba que la camarera se quedase con su dinero. Aunque Ranko tampoco lo ponía fácil, pues ella también quiso pagar no solo la parte correspondiente a ella y su hermana...
Al final, la camarera tomó la mitad de un lado, y la otra mitad del otro. Seguramente no era la primer ni sería la última vez que tropezase con comensales como la Sagiso y el Inuzuka. Con lo cuál, quizás ambos quedaron medianamente satisfechos. Etsu quizás debería de gastar el resto del dinero en helado o alguna de las absurdas sugerencias del glotón de su hermano, pero en fin. Menos da una piedra.
Ranko admitió que fue un gusto encontrarlos, y no perdió oportunidad para aunar fuerzas contra el torneo. Su hermana por otro lado, también se alegró de haber estado comiendo con ellos, e hizo un curioso guiño en el apodado Verde.
—Sí, lo mismo digo. Ha sido un placer comer con caras conocidas. Hasta la próxima. —zanjó el Inuzuka en lo que abandonaban el restaurante, tomando cada uno diferentes direcciones.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~