29/06/2020, 21:27
(Última modificación: 29/06/2020, 21:28 por Uchiha Akame.)
... era, como no podía ser de otro modo, el viejo Akame. O, al menos, su cabeza, que comenzó a emerger de la tierra removida como un nabo.
Así es, queridos lectores. Akame podía ser un tipo extraño, esquivo, reservado incluso. Ácido. Difícil de tragar, a veces, por muy resolutivo que resultase en otras. Pero lo cierto era, que incluso en las circunstancias menos pensadas, siempre acababa llegando. Como en la fábula de la liebre y la tortuga: lento pero seguro, así se gana la carrera.
—¿Alguien pidió pizza barbacoa?
No se le ocurrió otra cosa que decir. Cuando el caos había estallado en la calle, el viejo Profesional lo había visto claro: tenía que actuar. Actuar o morir. Luego, desde los tejados, había sido capaz de seguir a sus compañeros hasta el piso franco. Pero, consciente de que aquella maldita niebla le delataría, optó por entrar por donde nadie —ni siquiera los propios Ryūtō— esperaría: por debajo.
—Perdonad por lo de antes, recordé que me había dejado una olla en el fuego —mintió descaradamente, con una sonrisa bobalicona. Después de todas las veces que había tenido que dar el doscientos por cien para salvar los muebles durante la misión, esperaba que ninguna de aquellas tres personas tuviera bemoles de reclamarle el haber salido por patas—. ¿No te importará que fume? Me hace falta un cigarrillo.
La pregunta iba dirigida, cómo no, a la anfitriona de la casa; a quien el Uchiha no conocía pero de quien se había imaginado que era su contacto en la capital. En la mano derecha sujetaba ya un cigarro, que pasaba nerviosamente entre los dedos, expectante.
Así es, queridos lectores. Akame podía ser un tipo extraño, esquivo, reservado incluso. Ácido. Difícil de tragar, a veces, por muy resolutivo que resultase en otras. Pero lo cierto era, que incluso en las circunstancias menos pensadas, siempre acababa llegando. Como en la fábula de la liebre y la tortuga: lento pero seguro, así se gana la carrera.
—¿Alguien pidió pizza barbacoa?
No se le ocurrió otra cosa que decir. Cuando el caos había estallado en la calle, el viejo Profesional lo había visto claro: tenía que actuar. Actuar o morir. Luego, desde los tejados, había sido capaz de seguir a sus compañeros hasta el piso franco. Pero, consciente de que aquella maldita niebla le delataría, optó por entrar por donde nadie —ni siquiera los propios Ryūtō— esperaría: por debajo.
—Perdonad por lo de antes, recordé que me había dejado una olla en el fuego —mintió descaradamente, con una sonrisa bobalicona. Después de todas las veces que había tenido que dar el doscientos por cien para salvar los muebles durante la misión, esperaba que ninguna de aquellas tres personas tuviera bemoles de reclamarle el haber salido por patas—. ¿No te importará que fume? Me hace falta un cigarrillo.
La pregunta iba dirigida, cómo no, a la anfitriona de la casa; a quien el Uchiha no conocía pero de quien se había imaginado que era su contacto en la capital. En la mano derecha sujetaba ya un cigarro, que pasaba nerviosamente entre los dedos, expectante.