3/07/2020, 13:13
—¿Aprovecharlo aquí? —repitió Ranko, aparentemente sin comprender a lo que había referido Ayame. No tardó ni dos segundos en hacerlo—. ¡Ooh! ¡E-es cierto, hay un lago aquí! —comentó alegremente, mientras tomaba otro par de pantalones similares a los rosas que ya llevaba—. S-sí, creo que sería buena idea aprovecharlo, tanto el agua como e-el calor. ¡Sería…! —Ranko pareció dudar durante una fracción de segundo, y Ayame la miró interrogante—. S-sería una buena idea —culminó al fin.
Y Ayame ladeó la cabeza, dubitativa. Parecía que Ranko se había quedado con ganas de decir algo más, pero ella no era como su padre. Ella no era capaz de meterse en la cabeza de otros para averiguar qué era lo que estaban pensando en realidad. E interpretar las señales de alguien tan vergonzosa como era Ranko era más complicado de lo que podía parecer a simple vista.
—T-tal vez podías añadirle algo de verde —sugirió la de Kusagakure, con respecto a un cambio de color—. Creo que la última vez… La otra vez llevabas púrpura, ¿no? E-el verde en el tono correcto podría llevarse bien co-con el azul. Creo. ¡O podrías irte al lado contrario e ir de naranja!
Ayame sonrió, nerviosa, al imaginarse vestida de naranja.
«No. Absolutamente no. ¡No quiero parecer una butanera!»
—Si combino azul y verde, me acabarían confundiendo con Daruu. Pareceríamos la típica parejita que van vestidos iguales —protestó, con un escalofrío—. Y el naranja... no, eso sí que no. Pero no rotundo. Creo que de momento me quedaré con el violeta y el azul.
Concluyó Ayame comenzando a caminar hacia la caja, para pagar por las prendas que había cogido.
Y Ayame ladeó la cabeza, dubitativa. Parecía que Ranko se había quedado con ganas de decir algo más, pero ella no era como su padre. Ella no era capaz de meterse en la cabeza de otros para averiguar qué era lo que estaban pensando en realidad. E interpretar las señales de alguien tan vergonzosa como era Ranko era más complicado de lo que podía parecer a simple vista.
—T-tal vez podías añadirle algo de verde —sugirió la de Kusagakure, con respecto a un cambio de color—. Creo que la última vez… La otra vez llevabas púrpura, ¿no? E-el verde en el tono correcto podría llevarse bien co-con el azul. Creo. ¡O podrías irte al lado contrario e ir de naranja!
Ayame sonrió, nerviosa, al imaginarse vestida de naranja.
«No. Absolutamente no. ¡No quiero parecer una butanera!»
—Si combino azul y verde, me acabarían confundiendo con Daruu. Pareceríamos la típica parejita que van vestidos iguales —protestó, con un escalofrío—. Y el naranja... no, eso sí que no. Pero no rotundo. Creo que de momento me quedaré con el violeta y el azul.
Concluyó Ayame comenzando a caminar hacia la caja, para pagar por las prendas que había cogido.