3/07/2020, 13:47
Ayame, por su parte, se entretenía zambulléndose una y otra vez. Se sumergía, tocaba el suelo, volvía a resurgir con un chapuzón, volvía a sumergirse y se impulsaba con las piernas en la pared de la piscina para tomar velocidad y retar a sus pulmones a llegar al otro extremo sin volver a emerger, y después volvía a sumergirse y apoyaba las manos en el suelo de la piscina para erguirse sobre sus brazos. Al final, agotada después de tanto chapoteo, se arrimó a la orilla y reposó la cabeza sobre sus brazos cruzados mientras canturreaba para sí misma, disfrutando del frescor del agua sobre su piel y sus cabellos.
Aunque le había costado abandonar su rutina de entrenamiento, lo cierto era que en aquellos momentos ya se había olvidado por completo de que en breve tenía que disputar el último combate del Torneo de los Dojos. Todo pensamiento con respecto a aquello se había diluido en el agua en cuanto se zambulló en ella, incluso la vergüenza de estrenar el bikini de burbujas azules que dejaba más piel al descubierto de la que estaba acostumbrada a exhibir, y que se había comprado días atrás en aquella tienda de Sendoshi junto a Ranko. Nada parecía importar ya. Sólo aquella enorme piscina que tenían para ellos solos.
Escuchó un chapoteo fuera de su rango de visión, Daruu estaba saliendo del agua, pero no le dio mayor importancia. Hasta que sintió un suave golpe en la coronilla.
—¡Auch! —se quejó, frotándose la cabeza. Junto a ella flotaba uno de aquellos churros amarillo de gomaespuma que muchas personas utilizaban mientras aprendían a nadar, o como simple entretenimiento.
Y Daruu blandía uno similar de color rosa, con una mirada peligrosa en sus ojos perlados.
—¡¡PELEA DE CHURROS!! —declaró, tirándose en bomba junto junto a ella.
Ayame se cubrió con un brazo para resistir el envite del agua levantada por el Hyūga.
—¡Creía que habíamos quedado en nada de entrenamientos por hoy! —se rio.
Pero ya había enarbolado el churro como si de una espada se tratase, pese a que ella nunca había utilizado un arma similar. La declaración de guerra ya había sido firmada.
Aunque le había costado abandonar su rutina de entrenamiento, lo cierto era que en aquellos momentos ya se había olvidado por completo de que en breve tenía que disputar el último combate del Torneo de los Dojos. Todo pensamiento con respecto a aquello se había diluido en el agua en cuanto se zambulló en ella, incluso la vergüenza de estrenar el bikini de burbujas azules que dejaba más piel al descubierto de la que estaba acostumbrada a exhibir, y que se había comprado días atrás en aquella tienda de Sendoshi junto a Ranko. Nada parecía importar ya. Sólo aquella enorme piscina que tenían para ellos solos.
Escuchó un chapoteo fuera de su rango de visión, Daruu estaba saliendo del agua, pero no le dio mayor importancia. Hasta que sintió un suave golpe en la coronilla.
—¡Auch! —se quejó, frotándose la cabeza. Junto a ella flotaba uno de aquellos churros amarillo de gomaespuma que muchas personas utilizaban mientras aprendían a nadar, o como simple entretenimiento.
Y Daruu blandía uno similar de color rosa, con una mirada peligrosa en sus ojos perlados.
—¡¡PELEA DE CHURROS!! —declaró, tirándose en bomba junto junto a ella.
Ayame se cubrió con un brazo para resistir el envite del agua levantada por el Hyūga.
—¡Creía que habíamos quedado en nada de entrenamientos por hoy! —se rio.
Pero ya había enarbolado el churro como si de una espada se tratase, pese a que ella nunca había utilizado un arma similar. La declaración de guerra ya había sido firmada.