6/01/2016, 17:29
(Última modificación: 6/01/2016, 17:31 por Uzumaki Eri.)
Las palabras se quedaron en su garganta, luchando por quedarse dentro en vez de salir, quizá porque si se veían fuera podrían ser también presas del miedo que sentía la pequeña kunoichi, o quizá porque simplemente no tenían sentido. Fuera como fuese era tarde para arrepentirse. Apartó su mano del hombro de la chica que la acompañaba, y justo después de eso, todo sucedió.
Siempre había creído que la luz y la oscuridad venían de la mano, que aunque se hiciese tarde y todo estuviese oscuro, una luz cálida residiría dentro de su corazón, pero esa creencia se esfumó como la apacible luz que creía viva en su interior cuando la oscuridad se apoderó de todo su interior, metiéndose en su cabeza mientras acunaba con mimo sus mayores miedos. Escuchó a la muerte hablarle directamente y se llevó las manos a ambos lados de su cabeza, pegando un chillido para poder evitar seguir escuchando la canción de cuna que era cantada en su interior.
Pero no sabía si la nana era peor que volver a escuchar esa escalofriante voz del sótano.
—SA-LID. DE-AQUÍ. VENID-AL-SÓTANO. OS-AYUDAR...É.
Se sorprendió a sí misma dejando caer ambas manos a los lados de su cuerpo y caminando hacia la voz como si de verdad creyese que la voz y el poseedor de ésta la fuese a ayudar, pero su cuerpo había reaccionado por cuenta propia, sin entender a razones de su cerebro. Entonces fue cuando las luces volvieron a hacer acto de presencia, apareciendo junto a ellas un hombre de ojos apagados al pie de la escalera de esa horrible mansión, con la vista fija en las dos intrusas. De cabellos anaranjados y vestimenta tradicional japonesa negra.
—Algo peor que los demonios os augura en esta casa, y no debéis escucharlo —anunció—. Debéis seguirme. Arriba. No abajo. Al cielo. Huyendo del infierno.
Y se vio confusa de nuevo, porque su cuerpo reaccionó en contra de su voluntad demasiadas veces aquel día, pero sintió más confianza por el extraño de las escaleras que por el del sótano. Quería llorar - lo sabía porque le picaba la nariz a rabiar -, porque no saber qué hacer la ponía de los nervios, pero antes de nada, la chica de Amegakure preguntó al desconocido.
-—¿Quién... quién eres...?
Parecía como si antes les hubiese hablado el mismísimo diablo, y ahora les hablaba el Dios de la casa, pero, como siempre, ella no confiaba en ningún Dios.
-¿Eres tú el dueño de esta casa? - Añadió a la pregunta de la kunoichi de la lluvia.
Siempre había creído que la luz y la oscuridad venían de la mano, que aunque se hiciese tarde y todo estuviese oscuro, una luz cálida residiría dentro de su corazón, pero esa creencia se esfumó como la apacible luz que creía viva en su interior cuando la oscuridad se apoderó de todo su interior, metiéndose en su cabeza mientras acunaba con mimo sus mayores miedos. Escuchó a la muerte hablarle directamente y se llevó las manos a ambos lados de su cabeza, pegando un chillido para poder evitar seguir escuchando la canción de cuna que era cantada en su interior.
Pero no sabía si la nana era peor que volver a escuchar esa escalofriante voz del sótano.
—SA-LID. DE-AQUÍ. VENID-AL-SÓTANO. OS-AYUDAR...É.
Se sorprendió a sí misma dejando caer ambas manos a los lados de su cuerpo y caminando hacia la voz como si de verdad creyese que la voz y el poseedor de ésta la fuese a ayudar, pero su cuerpo había reaccionado por cuenta propia, sin entender a razones de su cerebro. Entonces fue cuando las luces volvieron a hacer acto de presencia, apareciendo junto a ellas un hombre de ojos apagados al pie de la escalera de esa horrible mansión, con la vista fija en las dos intrusas. De cabellos anaranjados y vestimenta tradicional japonesa negra.
—Algo peor que los demonios os augura en esta casa, y no debéis escucharlo —anunció—. Debéis seguirme. Arriba. No abajo. Al cielo. Huyendo del infierno.
Y se vio confusa de nuevo, porque su cuerpo reaccionó en contra de su voluntad demasiadas veces aquel día, pero sintió más confianza por el extraño de las escaleras que por el del sótano. Quería llorar - lo sabía porque le picaba la nariz a rabiar -, porque no saber qué hacer la ponía de los nervios, pero antes de nada, la chica de Amegakure preguntó al desconocido.
-—¿Quién... quién eres...?
Parecía como si antes les hubiese hablado el mismísimo diablo, y ahora les hablaba el Dios de la casa, pero, como siempre, ella no confiaba en ningún Dios.
-¿Eres tú el dueño de esta casa? - Añadió a la pregunta de la kunoichi de la lluvia.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)