10/07/2020, 14:14
(Última modificación: 10/07/2020, 14:14 por Aotsuki Ayame.)
Daruu intentó cubrirse con su churro, pero todo fue inútil. El rayo láser, aunque débil en esencia, perforó y derritió la gomaespuma y la atravesó como si no fuera más que nieve derretida para terminar impactando en la frente del shinobi. El Hyūga se hundió ante la preocupada mirada de Ayame, pero no tardó más que unos pocos segundos en salir a flote de nuevo: la primera en emerger fue la mano, como el villano de cualquier película cuando los héroes lo creen derrotado, después el resto del cuerpo.
—¡Abusona! ¡Si quieres pelear agarra un churro! —protestó, pero Kokuō sacudió la cabeza a un lado, ignorándolo por completo.
Ayame, que se había acercado momentáneamente a la orilla, estiró el brazo para coger un flotador y dejó a Kokuō en él. El bijū se quedó como un pequeño peluche flotando a la deriva con las dos patas delanteras por encima del flotador.
Daruu tuvo que soltar su arma para entrelazar las manos de nuevo, pero esta vez no fue el único que lo hizo. Cuando escupió la bola de agua que iba directa a impactar contra ella, Ayame saltó a un lado para evitarla, soltó su propio arma momentáneamente y esta vez fue ella la que realizó la secuencia de sellos, terminando en una palmada. Y entonces, desde el mismo agua de la piscina, una horda de siluetas idénticas a Ayame pero con los ojos vendados emergieron. Al contrario que otras veces, los Sirvientes de la Niebla no iban armados con kunais, sino con churros. Todos ellos.
—¡Abusona! ¡Si quieres pelear agarra un churro! —protestó, pero Kokuō sacudió la cabeza a un lado, ignorándolo por completo.
Ayame, que se había acercado momentáneamente a la orilla, estiró el brazo para coger un flotador y dejó a Kokuō en él. El bijū se quedó como un pequeño peluche flotando a la deriva con las dos patas delanteras por encima del flotador.
Daruu tuvo que soltar su arma para entrelazar las manos de nuevo, pero esta vez no fue el único que lo hizo. Cuando escupió la bola de agua que iba directa a impactar contra ella, Ayame saltó a un lado para evitarla, soltó su propio arma momentáneamente y esta vez fue ella la que realizó la secuencia de sellos, terminando en una palmada. Y entonces, desde el mismo agua de la piscina, una horda de siluetas idénticas a Ayame pero con los ojos vendados emergieron. Al contrario que otras veces, los Sirvientes de la Niebla no iban armados con kunais, sino con churros. Todos ellos.