19/07/2020, 22:58
—¡AHHH, CLARO, SÍ, Y QUÉ SERÁ LO SIGUIENTE! —bramó Daruu, claramente irritado.
«Pues lo siguiente será... lo que se me ocurra.» Respondió para sus adentros, divertida con la situación.
Pero si una podía ser borrica, el otro la superaba con creces. Y no se cortaba un pelo a la hora de demostrarlo. Daruu se sujetó el churro con los dientes y entrelazó las manos en un único sello: el de la Serpiente. Entonces el agua de la piscina cobró vida y se alzó como un titán sobre ellos en forma de ola gigantesca que fue asfixiando uno a uno todos los clones que encontraba a su paso. Pero Daruu, conocedor de las artes ilusorias y de aquella técnica en concreto, debería haber previsto lo que sucedería a continuación: cada clon caído volvía a resurgir tras el paso de la ola, como aquellos no-muertos de las películas de terror que Ayame se negaba a ver.
Y, hablando de Ayame...
En cuanto la ola pasó de largo y Daruu volvió a posarse sobre la superficie de la piscina, la kunoichi surgió justo debajo de él con una sonora salpicadura, enarbolando su churro en forma de rayo dorado ascendente contra su barbilla.
«Pues lo siguiente será... lo que se me ocurra.» Respondió para sus adentros, divertida con la situación.
Pero si una podía ser borrica, el otro la superaba con creces. Y no se cortaba un pelo a la hora de demostrarlo. Daruu se sujetó el churro con los dientes y entrelazó las manos en un único sello: el de la Serpiente. Entonces el agua de la piscina cobró vida y se alzó como un titán sobre ellos en forma de ola gigantesca que fue asfixiando uno a uno todos los clones que encontraba a su paso. Pero Daruu, conocedor de las artes ilusorias y de aquella técnica en concreto, debería haber previsto lo que sucedería a continuación: cada clon caído volvía a resurgir tras el paso de la ola, como aquellos no-muertos de las películas de terror que Ayame se negaba a ver.
Y, hablando de Ayame...
En cuanto la ola pasó de largo y Daruu volvió a posarse sobre la superficie de la piscina, la kunoichi surgió justo debajo de él con una sonora salpicadura, enarbolando su churro en forma de rayo dorado ascendente contra su barbilla.