26/07/2020, 13:39
(Última modificación: 26/07/2020, 13:39 por Aotsuki Ayame.)
Ayame siempre había sabido que la diferencia de mestría cuerpo a cuerpo era muy grande entre los dos. Era por eso por lo que normalmente evitaba atacarle de cerca, pero en aquella guerra de churros no le quedaba otra que acercarse a él. Y eso fue su perdición.
Con un rápido giro de muñeca, el churro se escurrió de entre los dedos de Ayame y terminó perdiéndose a un par de metros a la derecha. La kunoichi, desesperada, había intentado volver a agarrarlo en el último momento, pero todo fue inútil. Y entonces le cayó la lluvia de churrazos. ¡BAM! ¡BAM! ¡BAM! Tres fuertes golpes en la cabeza. Los clones no tardaron en desvanecerse en el aire.
—E... ¡Espera! —suplicó Ayame.
Pero Daruu estaba preparando un cuarto, cargando sus músculos hacia atrás y sosteniendo el churro como si fuese un bate de béisbol. Iba a reventarle la cabeza. En el momento del impacto, Ayame se agachó y lanzó una zancadilla contra sus piernas para hacerle caer al agua. Eso no le daría puntos, pero sí que le daría unos valiosos segundos para recuperarse. Aprovechando el momento, saltó hacia atrás y retomó su propio churro.
—¡No es justo! ¡Te has pasado tres pueblos! —protestó.
Y entonces cayó en la cuenta de algo.
—Espera, ¿dónde está Kokuō?
Kokuō, prudente, había decidido alejarse del campo de batalla. Había salido del agua y ahora estaba cómodamente tumbada sobre una de las hamacas sin prestarles ni siquiera un mínimo de atención.
«Espero que si alguien la ve la confunda con un peluche o algo así...» Pensó Ayame, angustiada.
Con un rápido giro de muñeca, el churro se escurrió de entre los dedos de Ayame y terminó perdiéndose a un par de metros a la derecha. La kunoichi, desesperada, había intentado volver a agarrarlo en el último momento, pero todo fue inútil. Y entonces le cayó la lluvia de churrazos. ¡BAM! ¡BAM! ¡BAM! Tres fuertes golpes en la cabeza. Los clones no tardaron en desvanecerse en el aire.
—E... ¡Espera! —suplicó Ayame.
Pero Daruu estaba preparando un cuarto, cargando sus músculos hacia atrás y sosteniendo el churro como si fuese un bate de béisbol. Iba a reventarle la cabeza. En el momento del impacto, Ayame se agachó y lanzó una zancadilla contra sus piernas para hacerle caer al agua. Eso no le daría puntos, pero sí que le daría unos valiosos segundos para recuperarse. Aprovechando el momento, saltó hacia atrás y retomó su propio churro.
—¡No es justo! ¡Te has pasado tres pueblos! —protestó.
Y entonces cayó en la cuenta de algo.
—Espera, ¿dónde está Kokuō?
Kokuō, prudente, había decidido alejarse del campo de batalla. Había salido del agua y ahora estaba cómodamente tumbada sobre una de las hamacas sin prestarles ni siquiera un mínimo de atención.
«Espero que si alguien la ve la confunda con un peluche o algo así...» Pensó Ayame, angustiada.