26/07/2020, 13:59
—¡Claro! P-podríamos encontrarnos en… digamos… N-Notsuba. El País d-de la Tierra debería estar bien, ¿no? Ha-hay m-mucha gente, a-así que no creo q-que se fijen en dos más…
Ayame se rio entre dientes.
—¡Me parece perfecto! Pero si lo que vamos a hacer es medir nuestras fuerzas, lo mejor será hacerlo a las afueras de la ciudad. Lo último que querría es que nos odiaran por destrozarles la capital tan gratuitamente.
Ayame sólo había estado una vez en Notsuba. Y había sido hacía bastante tiempo, justo después de que le revirtieran el sello por segunda vez y en compañía de Daruu. El recuerdo de aquellos relajantes tres días le hizo sonrojarse, pero enseguida sacudió la cabeza para regresar al presente y centrarse en la realidad.
—Y-y-y ¿qué tal si vamos a por algo de beber? Ayame-san t-tenía calor, ¿no? —sugirió Ranko.
Ayame se llevó una mano al mentón, pensativa.
—Algo de beber... ¡Ah, ya sé! ¡Sígueme! —exclamó, acelerando el paso.
Afortunadamente no estaban muy lejos del lugar que conocía, así que sólo tuvo que atravesar un par de calles y girar tres veces. En pleno centro de Sendōshi, en una avenida bastante concurrida, un local de aspecto acogedor, paredes de color azul cielo y suelo de madera, se alzaba con un letrero bastante grande que rezaba: "El refugio del pingüino". La mascota era un pingüino asomándose desde un cucurucho de helado.
—¿Te gustan los granizados? Aquí los hacen de muerte —sonrió, señalando hacia su interior. Aquel día, quizás debido al intenso calor, había bastante gente. Pero aún quedaba alguna mesa libre—. Oh, si no te gustan los granizados también venden helados. Y también están buenísimos, ya te lo digo yo.
Ayame se rio entre dientes.
—¡Me parece perfecto! Pero si lo que vamos a hacer es medir nuestras fuerzas, lo mejor será hacerlo a las afueras de la ciudad. Lo último que querría es que nos odiaran por destrozarles la capital tan gratuitamente.
Ayame sólo había estado una vez en Notsuba. Y había sido hacía bastante tiempo, justo después de que le revirtieran el sello por segunda vez y en compañía de Daruu. El recuerdo de aquellos relajantes tres días le hizo sonrojarse, pero enseguida sacudió la cabeza para regresar al presente y centrarse en la realidad.
—Y-y-y ¿qué tal si vamos a por algo de beber? Ayame-san t-tenía calor, ¿no? —sugirió Ranko.
Ayame se llevó una mano al mentón, pensativa.
—Algo de beber... ¡Ah, ya sé! ¡Sígueme! —exclamó, acelerando el paso.
Afortunadamente no estaban muy lejos del lugar que conocía, así que sólo tuvo que atravesar un par de calles y girar tres veces. En pleno centro de Sendōshi, en una avenida bastante concurrida, un local de aspecto acogedor, paredes de color azul cielo y suelo de madera, se alzaba con un letrero bastante grande que rezaba: "El refugio del pingüino". La mascota era un pingüino asomándose desde un cucurucho de helado.
—¿Te gustan los granizados? Aquí los hacen de muerte —sonrió, señalando hacia su interior. Aquel día, quizás debido al intenso calor, había bastante gente. Pero aún quedaba alguna mesa libre—. Oh, si no te gustan los granizados también venden helados. Y también están buenísimos, ya te lo digo yo.