27/07/2020, 16:39
—¿C-cómo puede Violeta-san ignorar el gas? ¿E-es inmune?
— Siempre me afectaron poco los venenos, tras semanas paseándome por aquí, simplemente dejó de afectarme. Aunque los primeros días fueron insufribles la verdad. — explicó mientras se acercaba al hueco entre dos estanterías.
—¡E-es impresionante, Violeta-san! ¿Lo-logró acabar con los b-bandidos? ¿Y cómo… cómo acabó cubierta d-de… ahm… lodo?
— La Uzumaki con la que me peleé usaba Suiton, yo usé Doton y bueno, aquí tienes el resultado.
Se llevó una mano al pelo, dandole un pequeño golpe y la melena respondió meneandose de un lado a otro para volver a quedarse quieta. Mientras, le daba otra patada al suelo y la pared se levantó de nuevo, pero no iba al pasillo, iba a otra sala.
— Pasa va. — esta vez no se volvería a bajar la pared.
Violeta pasó y si Ranko la imitaba, vería otra sala, algo más pequeña con una cama y un armario. Violeta abrió el armario y miró su interior, cerrándolo poco después y suspirando.
— No tiene pinta que vaya a poder cambiarme de ropa, y la mayor parte de las armas están destrozadas también. — se rascó la nuca pensando. — En fin, da igual. Vamos a ver a tu amigo fuinjutsero, a ver si ha acabado.
Sí que parecía que habían pasado sus años desde que nadie entraba allí. Volvió a dirigirse a una pared y a dar una patada en el suelo, abriendo otra puerta de roca. Esta vez de nuevo al pasillo.
— Solo quería ver qué quedaba de mis cosas y recuperar esto. ¿Qué te ha parecido? Supongo que te habrás dado cuenta de que no puede entrar cualquier usuario de Doton sin liarla parda, solo yo sé abrir estas puertas y dónde están.
Sonreía con confianza. Con el arma de metal abrazando sus dedos todavía, esperaría al lado de la puerta que acababa de abrir a que Ranko pasara para hacerlo ella. En cuanto ambas estuviesen en el pasillo, la puerta se cerraría. Entonces Ranko se daría cuenta de que ya no había luz, porque esta venía de la hoguera de la primera sala, que habían dejado encendida.
Antes de que pudiese pensar en que estaba perdida en la oscuridad, Violeta volvería a cogerla de la mano, andando por el pasillo con confianza a pesar de la oscuridad.
— Siempre me afectaron poco los venenos, tras semanas paseándome por aquí, simplemente dejó de afectarme. Aunque los primeros días fueron insufribles la verdad. — explicó mientras se acercaba al hueco entre dos estanterías.
—¡E-es impresionante, Violeta-san! ¿Lo-logró acabar con los b-bandidos? ¿Y cómo… cómo acabó cubierta d-de… ahm… lodo?
— La Uzumaki con la que me peleé usaba Suiton, yo usé Doton y bueno, aquí tienes el resultado.
Se llevó una mano al pelo, dandole un pequeño golpe y la melena respondió meneandose de un lado a otro para volver a quedarse quieta. Mientras, le daba otra patada al suelo y la pared se levantó de nuevo, pero no iba al pasillo, iba a otra sala.
— Pasa va. — esta vez no se volvería a bajar la pared.
Violeta pasó y si Ranko la imitaba, vería otra sala, algo más pequeña con una cama y un armario. Violeta abrió el armario y miró su interior, cerrándolo poco después y suspirando.
— No tiene pinta que vaya a poder cambiarme de ropa, y la mayor parte de las armas están destrozadas también. — se rascó la nuca pensando. — En fin, da igual. Vamos a ver a tu amigo fuinjutsero, a ver si ha acabado.
Sí que parecía que habían pasado sus años desde que nadie entraba allí. Volvió a dirigirse a una pared y a dar una patada en el suelo, abriendo otra puerta de roca. Esta vez de nuevo al pasillo.
— Solo quería ver qué quedaba de mis cosas y recuperar esto. ¿Qué te ha parecido? Supongo que te habrás dado cuenta de que no puede entrar cualquier usuario de Doton sin liarla parda, solo yo sé abrir estas puertas y dónde están.
Sonreía con confianza. Con el arma de metal abrazando sus dedos todavía, esperaría al lado de la puerta que acababa de abrir a que Ranko pasara para hacerlo ella. En cuanto ambas estuviesen en el pasillo, la puerta se cerraría. Entonces Ranko se daría cuenta de que ya no había luz, porque esta venía de la hoguera de la primera sala, que habían dejado encendida.
Antes de que pudiese pensar en que estaba perdida en la oscuridad, Violeta volvería a cogerla de la mano, andando por el pasillo con confianza a pesar de la oscuridad.