10/08/2020, 21:55
Ayame le escuchó con suma atención, contestando y reaccionando de acorde, y hubo solo dos ocasiones en las que el pensamiento de Ranko se interrumpió, aunque brevemente.
La primera fue una breve pausa mental, cuando la Amejin se sorprendió de que estuviese hablando de una chica y no un chico. Ranko nunca había pensado mucho en ello. De hecho, hasta su encuentro con Mei nunca se había sentido atraída hacia nadie, e incluso después de ello no le prestaba demasiada atención a si se veía con un chico o con una chica. Claro, no había razón para que Ayame pensara eso, pues anteriormente le había deseado que apareciera alguien perfecto para ella.
La segunda fue cuando se rió de lo del Genjutsu. No le parecía una risa malintencionada, y estuvo, además, seguida de una precaución. Ranko asintió, comprendiendo su preocupación.
Ayame terminó por reconfortarla, tomando su mano y diciéndole que no había hecho nada malo, y que inclusive podrían intentar contactarla.
—¡Oh, Ayame-san! —Ranko apretó la mano de la chica, sin hacerle daño, claro —. ¡Será posible que…! N-no… creo… creo que es mejor que no lo haga. Di-Digo… Sí me preocupa si Mei-san está bien, p-pero… ¿Y si no es eso? ¿Y si sí fue adrede? Quisiera… Quisiera dejar eso atrás. Te-tengo la impresión de que… Si la busco… ahm… no sé cómo decirlo...
Ranko bajó la mirada. Ayame podría sentir en la mano de la Kusajin que ésta se encontraba inquieta.
—Recaeré. A-agradezco mucho que me hayas escuchado, Ayame-san —Le dedicó una inclinación de cabeza y una cálida sonrisa —. ¡S-se siente tan bien contarlo! S-solamente mi hermana Kuumi lo sabe. Si madre se enterara de… esa faceta mía… C-creo que entendería. P-pero padre… Creo que padre se molestaría. Y mucho.
Ranko se imaginaba a su padre dándole un discurso sobre la perpetuación de la antigua familia Sagisō de Kusagakure, y cómo la línea de sangre no debía ser interrumpida y eso. Ranko frunció los labios, pensando que cruzaría ese puente cuando llegara. Y un par de pensamientos casi aleatorios le llegó de repente y se combinó en su cabeza.
"Ayame-san dijo que había conocido a una mujer que seducía con ilusiones. Y yo dije que habíamos pasado una noche hermosa. En las termas. EN LAS TERMAS."
Ranko casi se ahogaría con la cucharada de helado que comía, y el cerebro se le congeló de lo rápido que tragó. Pero sus mejillas al rojo vivo derritieron cualquier helado que tuviese en su sistema. Soltaría a Ayame para agitar la mano frenéticamente frente a sí, como si quisiera ventilar su cada vez más sonrojado rostro.
—¡¡M-Mei-san y yo n-n-no hicimos n-na-nada!! —Ranko no gritaba, pero sí hablaba a toda prisa, claramente alterada —. ¡Di-di-digo, sí hicimos co-cosas ju-juntas…! ¡P-pero no e-e-esas cosas! ¡P-por favor, n-n-no quiero que Ayame-san p-piense que a la primera y-yo… yo...! ¡Ni-ni siquiera hubo…! Ni siquiera hubo…
Ranko no supo si lo que seguía era triste o si era un alivio. Al menos su voz se calmó.
—Un beso.
La primera fue una breve pausa mental, cuando la Amejin se sorprendió de que estuviese hablando de una chica y no un chico. Ranko nunca había pensado mucho en ello. De hecho, hasta su encuentro con Mei nunca se había sentido atraída hacia nadie, e incluso después de ello no le prestaba demasiada atención a si se veía con un chico o con una chica. Claro, no había razón para que Ayame pensara eso, pues anteriormente le había deseado que apareciera alguien perfecto para ella.
La segunda fue cuando se rió de lo del Genjutsu. No le parecía una risa malintencionada, y estuvo, además, seguida de una precaución. Ranko asintió, comprendiendo su preocupación.
Ayame terminó por reconfortarla, tomando su mano y diciéndole que no había hecho nada malo, y que inclusive podrían intentar contactarla.
—¡Oh, Ayame-san! —Ranko apretó la mano de la chica, sin hacerle daño, claro —. ¡Será posible que…! N-no… creo… creo que es mejor que no lo haga. Di-Digo… Sí me preocupa si Mei-san está bien, p-pero… ¿Y si no es eso? ¿Y si sí fue adrede? Quisiera… Quisiera dejar eso atrás. Te-tengo la impresión de que… Si la busco… ahm… no sé cómo decirlo...
Ranko bajó la mirada. Ayame podría sentir en la mano de la Kusajin que ésta se encontraba inquieta.
—Recaeré. A-agradezco mucho que me hayas escuchado, Ayame-san —Le dedicó una inclinación de cabeza y una cálida sonrisa —. ¡S-se siente tan bien contarlo! S-solamente mi hermana Kuumi lo sabe. Si madre se enterara de… esa faceta mía… C-creo que entendería. P-pero padre… Creo que padre se molestaría. Y mucho.
Ranko se imaginaba a su padre dándole un discurso sobre la perpetuación de la antigua familia Sagisō de Kusagakure, y cómo la línea de sangre no debía ser interrumpida y eso. Ranko frunció los labios, pensando que cruzaría ese puente cuando llegara. Y un par de pensamientos casi aleatorios le llegó de repente y se combinó en su cabeza.
"Ayame-san dijo que había conocido a una mujer que seducía con ilusiones. Y yo dije que habíamos pasado una noche hermosa. En las termas. EN LAS TERMAS."
Ranko casi se ahogaría con la cucharada de helado que comía, y el cerebro se le congeló de lo rápido que tragó. Pero sus mejillas al rojo vivo derritieron cualquier helado que tuviese en su sistema. Soltaría a Ayame para agitar la mano frenéticamente frente a sí, como si quisiera ventilar su cada vez más sonrojado rostro.
—¡¡M-Mei-san y yo n-n-no hicimos n-na-nada!! —Ranko no gritaba, pero sí hablaba a toda prisa, claramente alterada —. ¡Di-di-digo, sí hicimos co-cosas ju-juntas…! ¡P-pero no e-e-esas cosas! ¡P-por favor, n-n-no quiero que Ayame-san p-piense que a la primera y-yo… yo...! ¡Ni-ni siquiera hubo…! Ni siquiera hubo…
Ranko no supo si lo que seguía era triste o si era un alivio. Al menos su voz se calmó.
—Un beso.
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