11/08/2020, 17:55
Ambos adultos observarían al posible cliente, pero cuando ambos escucharon el nombre de la joven, giraron sus cabezas para mirarla. Tenía media tostada todavía en la boca, y lo único que hizo fue hacer un quejido semi dormida. Suspirarón.
Oda extendió el brazo para coger el pergamino, y luego dárselo a la joven, haciendo todos los presentes una suave reverencia antes de que se marchara por la puerta. Ren la hizo cuando ya se marchó.
— Parece que tienes otro encargo, peque — deslizó el cilindro, para después dar otro sorbo a aquel delicioso y amargo café. Negro como su ropa.
Ren observó extrañada el pergamino, tras terminar de tomar su tostada, había dormido bien aquella noche, ni si quiera había trasnochado, pero aquella mañana estaba realmente perezosa. Nanashi le arrojó un vaso de agua en la cara cuando la nota de la misión estaba en un lugar seguro.
—PERO A TI QUE TE PASA — por fin había espabilado.
— ¿Encima que me preocupo por ti? Que feo, Ren-Ren. Ve espabilando ¡Ve espabilando! Que a saber donde será donde tienes que ir y no tengo ganas de que reniegues por haber llegado tarde — los dos adultos habían reconocido el grado de la misión sin ningún problema; en parte se sentían algo preocupados ¿estaba la joven cualificada para una tarea de rango C ya? Solo el tiempo lo diria.
—Ya voy a PREPARARME CARACULO — se marchó enfadada escaleras arriba, dispuesta a cambiarse de ropa.
Reinaría el silencio hasta que el ruido de sus pies cesara en los escalones, y después volverían a suspirar los dos.
— Espero que todo salga bien
— Si... Una misión de rango C puede llegar a torcerse con la misma facilidad que cualquier otra... Solo espero que vuelva sana y salva. No me gustaría recibir una carta de defunción — apretó sus dedos contra los antebrazos, a la vez que se mordia un carrillo en el interior de su boca.
Ambos miraban ligeramente angustiados la puerta por la que había abandonado la joven la habitación. Era enérgica, y bastante inocente, pero estaba empezando a hacer grandes progresos, solo podían desear y rezar todo el día porque aquella misión acabara bien; y no con ello se referían a que fuera un éxito, si no a que la joven volviera a casa.
Con aquel extraño look que solía portar, con una camisa sin mangas blancas encima de una sudadera negra al igual que sus pantalones, y par de zapatillas deportivas que compartían color con su camisa; la joven bajó dando botes de ilusión, teniendo dificultades para arreglarse el daisho y una pequeña mochila que había preparado.
— ¡Me marcho a los Campos y Montañas de la Tormenta! No sé si me llevara mucho tiempo volver, así que... — consiguió terminar de arreglar el daisho, y puso su mochila de color azul oscuro por delante. — Llevo una muda, patatas, un par de libros, algunos de mis casettes favoritos. ¡Ah, y conseguí hacerle al final espacio para la GameNinja Color!
El golpe unísono de ambos adultos sobre sus propias caras con la palma de la mano abierta, resonó por todo el local.
— Dame eso, no puedes ser más tonta — dijo acercandose.
— ¡No! ¡Al menos déjame el reproductor de casettes!
Después de una larga discusión, la joven consiguió acceder a las exigencias de Nanashi y las críticas de Oda. Estaba lista para marchar, pero triste mientras veía la lluvia caer en la entrada del pequeño local de comida.
—Jo... ¡Pues ya no os traigo ningún recuerdo!
Oda extendió el brazo para coger el pergamino, y luego dárselo a la joven, haciendo todos los presentes una suave reverencia antes de que se marchara por la puerta. Ren la hizo cuando ya se marchó.
— Parece que tienes otro encargo, peque — deslizó el cilindro, para después dar otro sorbo a aquel delicioso y amargo café. Negro como su ropa.
Ren observó extrañada el pergamino, tras terminar de tomar su tostada, había dormido bien aquella noche, ni si quiera había trasnochado, pero aquella mañana estaba realmente perezosa. Nanashi le arrojó un vaso de agua en la cara cuando la nota de la misión estaba en un lugar seguro.
—PERO A TI QUE TE PASA — por fin había espabilado.
— ¿Encima que me preocupo por ti? Que feo, Ren-Ren. Ve espabilando ¡Ve espabilando! Que a saber donde será donde tienes que ir y no tengo ganas de que reniegues por haber llegado tarde — los dos adultos habían reconocido el grado de la misión sin ningún problema; en parte se sentían algo preocupados ¿estaba la joven cualificada para una tarea de rango C ya? Solo el tiempo lo diria.
—Ya voy a PREPARARME CARACULO — se marchó enfadada escaleras arriba, dispuesta a cambiarse de ropa.
Reinaría el silencio hasta que el ruido de sus pies cesara en los escalones, y después volverían a suspirar los dos.
— Espero que todo salga bien
— Si... Una misión de rango C puede llegar a torcerse con la misma facilidad que cualquier otra... Solo espero que vuelva sana y salva. No me gustaría recibir una carta de defunción — apretó sus dedos contra los antebrazos, a la vez que se mordia un carrillo en el interior de su boca.
Ambos miraban ligeramente angustiados la puerta por la que había abandonado la joven la habitación. Era enérgica, y bastante inocente, pero estaba empezando a hacer grandes progresos, solo podían desear y rezar todo el día porque aquella misión acabara bien; y no con ello se referían a que fuera un éxito, si no a que la joven volviera a casa.
Con aquel extraño look que solía portar, con una camisa sin mangas blancas encima de una sudadera negra al igual que sus pantalones, y par de zapatillas deportivas que compartían color con su camisa; la joven bajó dando botes de ilusión, teniendo dificultades para arreglarse el daisho y una pequeña mochila que había preparado.
— ¡Me marcho a los Campos y Montañas de la Tormenta! No sé si me llevara mucho tiempo volver, así que... — consiguió terminar de arreglar el daisho, y puso su mochila de color azul oscuro por delante. — Llevo una muda, patatas, un par de libros, algunos de mis casettes favoritos. ¡Ah, y conseguí hacerle al final espacio para la GameNinja Color!
El golpe unísono de ambos adultos sobre sus propias caras con la palma de la mano abierta, resonó por todo el local.
— Dame eso, no puedes ser más tonta — dijo acercandose.
— ¡No! ¡Al menos déjame el reproductor de casettes!
Después de una larga discusión, la joven consiguió acceder a las exigencias de Nanashi y las críticas de Oda. Estaba lista para marchar, pero triste mientras veía la lluvia caer en la entrada del pequeño local de comida.
—Jo... ¡Pues ya no os traigo ningún recuerdo!