18/08/2020, 17:55
(Última modificación: 29/08/2020, 20:19 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Aquel Mizuyōbi era un día especialmente caluroso, y ajetreado. Yota pudo darse cuenta de ello en cuanto ingresó en el enorme dojo que constituía el Edificio de la Morikage. Una ingente cantidad de personas se agolpaban allí: desde civiles que acudían a realizar cualquier trámite o, incluso, abrir una nueva misión para solicitar la ayuda de un shinobi; como de ninjas oficiales que iban de aquí para allá. Yota pudo ver por el rabillo del ojo a un sensei amonestando a un grupo de genin, seguramente recién iniciados, no muy lejos de allí. Pero su objetivo estaba en el mostrador, donde una mujer adulta atendiendo una enorme montaña de papeles que trataba de clasificar. Ni siquiera el apretado y llamativo moño que solía lucir sobre la cabeza había resistido el estrés, y algunos mechones de cabello verde esmeralda resbalaban sobre su frente perlada de sudor.
—Oh, Yota —Kamisho Yuna apenas alzó la mirada de sus papeles. Tan apurada estaba, que simplemente le hizo una señal con la mano, hacia las escaleras del final de la recepción, mientras seguía mascando algo de forma casi desesperada—. Sí, sí. Morikage-sama me ha informado de ello esta mañana. Está esperándote en su despacho, ya sabes dónde encontrarla —Fue entonces cuando algo llamó su atención. No fue más que un siseo tan suave como una brisa de verano en alguna parte de la recepción, pero Yuna se levantó como un resorte y con los ojos encendidos como brasas y se dirigió entre largas zancadas a un grupo de jóvenes—. ¡EH! ¿QUÉ ES ESE PAPEL QUE HABÉIS TIRADO? ¡YA MISMO ESTÁIS RECOGIÉNDOLO!
Yota se había quedado completamente solo frente al mostrador.