18/08/2020, 19:49
El apoyo de Ayame le hizo sonreír como nunca, pues estaba bastante contenta de haber encontrado una amiga tan buena en ella. ¡Y eso que era la segunda vez que se veían! ¿Estaría confiando demasiado muy pronto?
”No, puedo notar que Ayame-san es realmente sincera. Bueno… no lo puedo confirmar, pero no tengo dudas al respecto.”
La Amejin le prometió que mantendría aquella charla entre las dos. Ranko no consideraba que fuese algo realmente a mantener en secreto, excepto para con sus padres. Pero aceptó las palabras de Ayame con sumo cariño.
—Gracias, Ayame-san. —repitió. Luego comió varias cucharadas más de helado. El postre ya estaba considerablemente más pequeño, como si el estómago de Ranko contara por tres, pero aún faltaba mucho por comer.
La chica le contó sobre la luna: una marca de nacimiento compartida por toda su familia.
—¡Ooh! ¡Qué interesante! —La emoción se apoderó del rostro de la Kusajin, y estrellas aparecieron en sus orbes miel (bueno, al menos así se los imaginó ella) —. Suena tan místico. ¡Como una sirena venida de la luna! D-d-digo lo de sirena p-porque Ayame-san canta m-muy bien… —Tal vez Ranko leía muchas historias de ficción, pero totalmente podía imaginarse a Ayame como un hada o espíritu acuático, cantando a la luz de la luna llena en medio de un lago.
Jugueteó un momento con la parte del helado que ya estaba derritiéndose y luego comió otro poco. Estuvo a punto de preguntar por qué no había mencionado a su madre, pero se dijo que la chica había dicho “la familia Aotsuki”, y supuso que hablaba de la rama de su padre. Era obvio, entonces, que la madre de Ayame no tendría una luna. Se dio cuenta de otra cosa.
—¡Ah, q-qué maleducado de mi parte! ¿Q-quiere Ayame-san un poco de helado? —Le apenó bastante no haberle ofrecido antes, cuando las esferas del postre estaban más... esféricas.
”No, puedo notar que Ayame-san es realmente sincera. Bueno… no lo puedo confirmar, pero no tengo dudas al respecto.”
La Amejin le prometió que mantendría aquella charla entre las dos. Ranko no consideraba que fuese algo realmente a mantener en secreto, excepto para con sus padres. Pero aceptó las palabras de Ayame con sumo cariño.
—Gracias, Ayame-san. —repitió. Luego comió varias cucharadas más de helado. El postre ya estaba considerablemente más pequeño, como si el estómago de Ranko contara por tres, pero aún faltaba mucho por comer.
La chica le contó sobre la luna: una marca de nacimiento compartida por toda su familia.
—¡Ooh! ¡Qué interesante! —La emoción se apoderó del rostro de la Kusajin, y estrellas aparecieron en sus orbes miel (bueno, al menos así se los imaginó ella) —. Suena tan místico. ¡Como una sirena venida de la luna! D-d-digo lo de sirena p-porque Ayame-san canta m-muy bien… —Tal vez Ranko leía muchas historias de ficción, pero totalmente podía imaginarse a Ayame como un hada o espíritu acuático, cantando a la luz de la luna llena en medio de un lago.
Jugueteó un momento con la parte del helado que ya estaba derritiéndose y luego comió otro poco. Estuvo a punto de preguntar por qué no había mencionado a su madre, pero se dijo que la chica había dicho “la familia Aotsuki”, y supuso que hablaba de la rama de su padre. Era obvio, entonces, que la madre de Ayame no tendría una luna. Se dio cuenta de otra cosa.
—¡Ah, q-qué maleducado de mi parte! ¿Q-quiere Ayame-san un poco de helado? —Le apenó bastante no haberle ofrecido antes, cuando las esferas del postre estaban más... esféricas.
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