19/08/2020, 15:00
Después de darle el corte en el hombro a Kazuma y que éste liberase a Uragiri, Kyo retrocedió un par de pasos, esperando el contraataque. Sin embargo, Kazuma no le atacó con otra arma más afilada, sino con sus duras palabras, que el espadachín seguía sin creer.
— Mentira, su compañera ha ido a buscar el maletín a donde sea que lo tengan escondido. Yo me había negado a beber la bebida que nos ofrecieron y por eso me tuvo que retener.
Uragiri hablaba ahora desde detrás de Kyo, justo entre él y la puerta de la tienda. Kyo endureció el rostro.
— Supe desde que vi el cartel que no erais de fiar. Mira que le dije a Yōgi que tuviera cuidado, pero no, quería hablar con vosotros el muy idiota. Dime qué le habéis hecho e iros de aquí de inmediato.
La posición negociadora de Kazuma decaía por segundos.
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—L-la… La misión d-de Kazuma-san y yo e-era… era recuperar u-un maletín que a-alguien había robado. E-este bandido se ha-había internado en las minas… bueno, en el túnel de Violeta-senpai. E-encontramos u-un cuerpo… el que Kazuma-san luego sellaría. P-pero no ha-hallamos maletín alguno. Regresamos c-con Yōgi-san y.. s-sospechamos que u-uno de sus trabajadores e-es el culpable. ¡P-pero él nos culpa a nosotros! ¡A nosotros y a Violeta-senpai! Kazuma-san se quedó a retener a Uragiri-san, la otra persona, y… y me pidió que buscara la ayuda de Violeta-senpai para aclarar q-que no fuimos nosotros…
Violeta no era la mente más avispada de Kusagakure, pero pudo sacar a grandes rasgos qué le decía Ranko. Por algún motivo le era especialmente fácil prestarle atención a su kouhai.
— Así que un maletín, eh... — pareció tener algo en mente pero ni ella misma recordaba exactamente el qué.
Tardaron incluso menos en volver a la tienda de lo que había tardado Ranko en dar con el río. Violeta se detuvo a un par de metros de la entrada y paró a la chica de la trenza para decirle algo.
— Creo que es mejor que entres tú primero y cuando me necesiteis, me llames. — se cruzó de brazos y apartó la mirada algo avergonzada — Suelo... intimidar bastante, no sé por qué.
Si Ranko se fijaba en la figura de la extraña kunoichi vería su musculatura especialmente brillante aún del chapuzón que se había dado. Sus brazos cruzados delante suyo marcaban cada uno de los músculos, por no hablar de sus abdominales o de las largas piernas que daban la sensación de poder partir un arbol por la mitad con una patada.
Tal vez no era para tanto, pero la luz del Sol en su punto algido, la humedad del cuerpo de Violeta y la admiración de Ranko harían maravillas por exagerar la vista.
— Mentira, su compañera ha ido a buscar el maletín a donde sea que lo tengan escondido. Yo me había negado a beber la bebida que nos ofrecieron y por eso me tuvo que retener.
Uragiri hablaba ahora desde detrás de Kyo, justo entre él y la puerta de la tienda. Kyo endureció el rostro.
— Supe desde que vi el cartel que no erais de fiar. Mira que le dije a Yōgi que tuviera cuidado, pero no, quería hablar con vosotros el muy idiota. Dime qué le habéis hecho e iros de aquí de inmediato.
La posición negociadora de Kazuma decaía por segundos.
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—L-la… La misión d-de Kazuma-san y yo e-era… era recuperar u-un maletín que a-alguien había robado. E-este bandido se ha-había internado en las minas… bueno, en el túnel de Violeta-senpai. E-encontramos u-un cuerpo… el que Kazuma-san luego sellaría. P-pero no ha-hallamos maletín alguno. Regresamos c-con Yōgi-san y.. s-sospechamos que u-uno de sus trabajadores e-es el culpable. ¡P-pero él nos culpa a nosotros! ¡A nosotros y a Violeta-senpai! Kazuma-san se quedó a retener a Uragiri-san, la otra persona, y… y me pidió que buscara la ayuda de Violeta-senpai para aclarar q-que no fuimos nosotros…
Violeta no era la mente más avispada de Kusagakure, pero pudo sacar a grandes rasgos qué le decía Ranko. Por algún motivo le era especialmente fácil prestarle atención a su kouhai.
— Así que un maletín, eh... — pareció tener algo en mente pero ni ella misma recordaba exactamente el qué.
Tardaron incluso menos en volver a la tienda de lo que había tardado Ranko en dar con el río. Violeta se detuvo a un par de metros de la entrada y paró a la chica de la trenza para decirle algo.
— Creo que es mejor que entres tú primero y cuando me necesiteis, me llames. — se cruzó de brazos y apartó la mirada algo avergonzada — Suelo... intimidar bastante, no sé por qué.
Si Ranko se fijaba en la figura de la extraña kunoichi vería su musculatura especialmente brillante aún del chapuzón que se había dado. Sus brazos cruzados delante suyo marcaban cada uno de los músculos, por no hablar de sus abdominales o de las largas piernas que daban la sensación de poder partir un arbol por la mitad con una patada.
Tal vez no era para tanto, pero la luz del Sol en su punto algido, la humedad del cuerpo de Violeta y la admiración de Ranko harían maravillas por exagerar la vista.