20/08/2020, 19:04
—¡Ooh! ¡Qué interesante! —exclamó Ranko, con los ojos brillantes, y Ayame no pudo evitar sorprenderse al verla tan emocionada por su historia—. Suena tan místico. ¡Como una sirena venida de la luna! D-d-digo lo de sirena p-porque Ayame-san canta m-muy bien…
Ayame abrió los labios y los cerró, con un ligero temblor. Con las mejillas encendidas, apartó la mirada a un lado para que Ranko no se diera cuenta de que se le habían humedecido los ojos. A lo largo de su vida había recibido muchos motes al respecto de su luna: Alien, extraterrestre, bicho raro... Ninguno de ellos había sido agradable, todos ellos habían ido dirigidos con la clara intención de herirla. De niña, esos motes la habían llevado a acomplejarse hasta el punto de querer ocultarla del mundo todo el tiempo, a sentir miedo a mostrarla públicamente. Daruu la había ayudado a superar aquella época, pero seguía sin estar acostumbrada a que la gente se refiriera a su marca de nacimiento, y ahora, en el otro lado de la balanza, Ranko la estaba llamando sirena de la luna. Y lo estaba haciendo para halagarla, no para herirla.
Una temblorosa sonrisa aleteó en sus labios cuando volvió a mirarla.
—Gracias... —Y lo decía de todo corazón. Las tímidas palabras de Ranko habían llegado mucho más lejos de lo que la kunoichi de Kusagakure podría sospechar jamás.
—¡Ah, q-qué maleducado de mi parte! ¿Q-quiere Ayame-san un poco de helado?
Pero Ayame agitó una mano en el aire.
—¡No, tranquila, con lo mío estoy servida! —Y tampoco estaba segura de si le iba a agradar la extraña mezcla de sabores que había juntado la de Kusagakure...
Ayame abrió los labios y los cerró, con un ligero temblor. Con las mejillas encendidas, apartó la mirada a un lado para que Ranko no se diera cuenta de que se le habían humedecido los ojos. A lo largo de su vida había recibido muchos motes al respecto de su luna: Alien, extraterrestre, bicho raro... Ninguno de ellos había sido agradable, todos ellos habían ido dirigidos con la clara intención de herirla. De niña, esos motes la habían llevado a acomplejarse hasta el punto de querer ocultarla del mundo todo el tiempo, a sentir miedo a mostrarla públicamente. Daruu la había ayudado a superar aquella época, pero seguía sin estar acostumbrada a que la gente se refiriera a su marca de nacimiento, y ahora, en el otro lado de la balanza, Ranko la estaba llamando sirena de la luna. Y lo estaba haciendo para halagarla, no para herirla.
Una temblorosa sonrisa aleteó en sus labios cuando volvió a mirarla.
—Gracias... —Y lo decía de todo corazón. Las tímidas palabras de Ranko habían llegado mucho más lejos de lo que la kunoichi de Kusagakure podría sospechar jamás.
—¡Ah, q-qué maleducado de mi parte! ¿Q-quiere Ayame-san un poco de helado?
Pero Ayame agitó una mano en el aire.
—¡No, tranquila, con lo mío estoy servida! —Y tampoco estaba segura de si le iba a agradar la extraña mezcla de sabores que había juntado la de Kusagakure...