29/08/2020, 20:16
(Última modificación: 29/08/2020, 20:18 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
El regreso a la aldea había sido caótico. Terriblemente caótico. La irrupción de Dragón Rojo en el Valle de los Dojos había puesto a todo Ōnindo patas arriba, y el País de los Bosques no era una excepción. Su Señor Feudal se había librado de forma milagrosa del genocidio. Pero, como único superviviente entre los Daimyō, ahora tendrían que redoblar los esfuerzos por protegerle. Era una máxima prioridad. Eso por no hablar de la reunión entre los tres Kage que se avecinaba.
Pero, entre papeleo y papeleo, Aburame Kintsugi consiguió sacar el tiempo necesario para atender otra de sus prioridades. Esta vez, relativa a uno de sus shinobi.
—¿Cómo se encuentra?
—Está estable, Morikage-sama —respondió la doctora, de camino por los pasillos del hospital—. Despertó hace unos días. Aún está en periodo de rehabilitación, pero hemos conseguido restaurar los huesos del cráneo.
—¿Y sobre las secuelas?
—Sobre eso... no hay muchos más avances. Estamos tratando como podemos las migrañas con medicamentos, pero parece que también tiene pérdidas momentáneas de equilibrio y ciertas dificultades al hablar. Y sueño, bastante sueño. Se pasa la mayor parte del tiempo durmiendo.
«Esperemos que esté despierto ahora, entonces.» Kintsugi asintió para sus adentros y apretó el paso.
Terminaron plantándose frente a la habitación 309. La Morikage alzó la mano y llamó suavemente a la puerta de la habitación de Hanamura Kazuma.