9/09/2020, 23:07
(Última modificación: 9/09/2020, 23:08 por Amedama Daruu.)
Chiiro torció el gesto. ¿Lavado el cerebro? ¿Quiere decir que le habían obligado a exiliarse? ¿Pero cómo, estando en Amegakure? ¿Alguien de dentro? Tenía muchas preguntas, y estaba claro que Kōri no iba a responderlas. La pequeña vio una oportunidad en el sueño artificial que aquellos calmantes le produjeron, y de un discreto saltito bajó de su sillón. Abrió la puerta y la cerró con delicadeza. Se acercó al vagón más cercano y se sentó en el suelo, pegando la oreja suavemente a la puerta.
El chiste de Kaido llegó a Daruu, pero Daruu no llegó al chiste. Estaba hablando de un encuentro que había supuesto algo de trauma para todos. Miró a Zetsuo. No le gustó la expresión del médico.
«Idiota, disparaste a su hija aquél día, ¿por qué se lo has tenido que recordar?»
Sea como fuere, Kaido siguió hablando. Todas eran dudas razonables, que él mismo había tenido hacía lo que parecía ya mucho tiempo.
—Sí, pero el caso de Shukaku es bastante particular. Está un poco... desequilibrado. Escucha, los bijū tienen formas de ser diferentes entre sí. Entre ellos, se llaman hermanos. Son esencialmente humanos, porque los creó uno de ellos. ¿Entiendes? Es lo que averigüe yo hablando con Kokuō en los calabozos de la Arashikage. Fue ahí cuando entre Ayame y yo fuimos entendiéndonos con ella. Aunque pasó mucho tiempo hasta que Ayame finalmente lo logró... y liberó el sello del bijū.
»Por lo que sé, un shinobi de Uzushio se encontró con el Ocho Colas en estado de libertad. Le dijo que Rikudō quería que sus hijos colaborasen con los humanos para combatir un gran mal que asolaría Oonindo. Este pensaba que el gran mal era Kurama. Y aquí estamos. Las Tres Grandes colaboran ahora contra los Generales de Kurama y confiando en los bijū que conocemos. Bueno, perdón —Daruu bufó—. Los kusareños no.
Kiroe se recostó sobre el asiento y resopló.
—No me extraña, tampoco. Después de que su jinchūriki se cargase a Kenzou y casi masacrara la aldea.
—Si, bueno, en fin. El caso es que Ayame y yo ayudamos a Datsue a matar a un General. Esos tipos están locos, y Kurama, más.
La cara de Kaido parecía un terreno de prueba de bombas.
· · ·
El chiste de Kaido llegó a Daruu, pero Daruu no llegó al chiste. Estaba hablando de un encuentro que había supuesto algo de trauma para todos. Miró a Zetsuo. No le gustó la expresión del médico.
«Idiota, disparaste a su hija aquél día, ¿por qué se lo has tenido que recordar?»
Sea como fuere, Kaido siguió hablando. Todas eran dudas razonables, que él mismo había tenido hacía lo que parecía ya mucho tiempo.
—Sí, pero el caso de Shukaku es bastante particular. Está un poco... desequilibrado. Escucha, los bijū tienen formas de ser diferentes entre sí. Entre ellos, se llaman hermanos. Son esencialmente humanos, porque los creó uno de ellos. ¿Entiendes? Es lo que averigüe yo hablando con Kokuō en los calabozos de la Arashikage. Fue ahí cuando entre Ayame y yo fuimos entendiéndonos con ella. Aunque pasó mucho tiempo hasta que Ayame finalmente lo logró... y liberó el sello del bijū.
»Por lo que sé, un shinobi de Uzushio se encontró con el Ocho Colas en estado de libertad. Le dijo que Rikudō quería que sus hijos colaborasen con los humanos para combatir un gran mal que asolaría Oonindo. Este pensaba que el gran mal era Kurama. Y aquí estamos. Las Tres Grandes colaboran ahora contra los Generales de Kurama y confiando en los bijū que conocemos. Bueno, perdón —Daruu bufó—. Los kusareños no.
Kiroe se recostó sobre el asiento y resopló.
—No me extraña, tampoco. Después de que su jinchūriki se cargase a Kenzou y casi masacrara la aldea.
—Si, bueno, en fin. El caso es que Ayame y yo ayudamos a Datsue a matar a un General. Esos tipos están locos, y Kurama, más.
La cara de Kaido parecía un terreno de prueba de bombas.