21/09/2020, 16:10
—Hermana pequeña —repitió Kaido, emulando también la sonrisa de su compañero. No todo había sido tan malo, después de todo. Tanto Daruu como Ayame, y el resto de sus conocidos, pudieron encontrar luz entre tanta oscuridad. Perseveraron. Vencieron. Y supieron apreciar incluso las pequeñas cosas. Eso le alegraba. Eso le motivaba. A conseguir él su propia felicidad —. pues espero conocerla pronto, seguro que nos llevamos muy bien.
Umikiba Kaido se recostó en el asiento y miró por la ventana, sin decir una palabra más, admirando las vastas llanuras que iba dejando el tren atrás. Y así, como lo hacía el ferrocarril, el escualo también fue dejando en el camino sus temores. La vergüenza era ya una cosa del pasado. Por delante, tenía un buen presente al que abrazar.
Allí, incluso bajo la mirada asesina de Zetsuo, Kaido sintió paz. Una estabilidad que su corazón abandonó desde que dejó Amegakure. Ya no veía el momento de llegar. A su ansiado a hogar. Al hogar, que siempre le estuvo esperando. Al hogar, que nunca dejó de serlo.
—¿Ya le has contado a Chiiro acerca de nuestro querido amigo peludo, Hibagon?...
Umikiba Kaido se recostó en el asiento y miró por la ventana, sin decir una palabra más, admirando las vastas llanuras que iba dejando el tren atrás. Y así, como lo hacía el ferrocarril, el escualo también fue dejando en el camino sus temores. La vergüenza era ya una cosa del pasado. Por delante, tenía un buen presente al que abrazar.
Allí, incluso bajo la mirada asesina de Zetsuo, Kaido sintió paz. Una estabilidad que su corazón abandonó desde que dejó Amegakure. Ya no veía el momento de llegar. A su ansiado a hogar. Al hogar, que siempre le estuvo esperando. Al hogar, que nunca dejó de serlo.
—¿Ya le has contado a Chiiro acerca de nuestro querido amigo peludo, Hibagon?...