21/09/2020, 16:34
Tenía que admitirlo, que Money sabía hacer su trabajo. Bien que le costaba pronunciar algunas palabras, y a uno, entenderle, pero a veces no hacía falta. Su expresión, que nimiamente le recordaba a un viejo fantasma de su pasado; hacía todo el trabajo. Money tenía buena labia y su discurso parecía estar calando en Umigarasu, aunque pronto, muy pronto, iban a darse cuenta de lo equivocado que estaban. Pám. Pám. Kaido no miró el bastón golpear el suelo, sino que mantuvo la mirada fija en el Señor Feudal. El escualo siempre pensó que estas figuras nobles le causarían al menos un deje de magnificencia, pero lo cierto es que con el Cuervo de Mar sentía cierta repulsión. Quizás estaba predispuesto —sabiendo tantas cosas de él, y de cómo maneja un feudo entero de forma criminal, no era para nada de extrañarse que fuera así—. pero si algo le quedaba claro, es que Umigarasu no era una figura a la que admirar.
¿Y a la que temer?...
Hubo un tiempo en el que Sekiryū tenía la certeza de poder matar a ese anciano decrépito. Pero ahora, estando frente a él, algo le decía a Kaido que, por alguna razón desconocida, siempre estuvieron jugando en ligas muy distintas. ¿Estuvo Kyūtsuki tan cerca, realmente, de su círculo interior más cercano? ¿tuvieron alguna vez una chance factible y verdadera de asesinarlo y suplantarlo sin que nadie se diera cuenta?
Pronto, las palabras de Lord Umigarasu le hicieron entender que no fue así. No había que ser un superdotado como Akame para darse cuenta de las cosas. Tan sólo hacía falta tener un poco de memoria y retentiva. Lo recordaba, lo recordaba. Kaido miró a Akame. ¿Él también lo hacía, verdad?
Oh, claro que lo hacía, sí...
Tragó saliva. Incluso antes de que los guardias comenzaran a moverse de sus lugares, buscando rodear al pequeño grupo de dragones por ambos costados. Aún siendo ellos un mayor número de personas, estaban totalmente en desventaja. Dentro de un país repleto de adeptos que, de todo salir mal, iban a cazarles apenas tuvieran la oportunidad.
El gyojin quiso retroceder, pero retroceder es de cobardes. Él no lo era. Miró a Money. Ahora veía en él angustia. No se molestó en ver a Otohime, esa seguro debía estar meándose en los pantalones.
Porque todos sabían lo que estaba pasando. Umigarasu les estaba cantando, como si de la letra de una canción se tratase; fragmentos de una reunión que tuvo lugar en las recónditas cavernas de Ryugujo. Ahí, en ese debate, no había sino dragones. Entonces, por descarte, tan sólo quedaban dos opciones: fueron espiados o... Dragón Rojo tenía un traidor.
Kaido sonrió. Lo hacía mucho, en realidad, pero esta vez, fue una sonrisa de resignación. Esa resignación que tuvo en algún momento durante su duelo a muerte con Katame. O en su primer enfrentamiento con Shaneji. O en su breve rifirrafe con Zaide. En todas ellas había enfrentado a la muerte misma. Y en todas ellas había salido vivo.
Esta vez no iba a ser la excepción.
—Pues depende de quién lo mire. ¿Aún tiene el pulso para barajear un mazo? entiendo que con la edad uno va perdiendo condiciones.
¿Y a la que temer?...
Hubo un tiempo en el que Sekiryū tenía la certeza de poder matar a ese anciano decrépito. Pero ahora, estando frente a él, algo le decía a Kaido que, por alguna razón desconocida, siempre estuvieron jugando en ligas muy distintas. ¿Estuvo Kyūtsuki tan cerca, realmente, de su círculo interior más cercano? ¿tuvieron alguna vez una chance factible y verdadera de asesinarlo y suplantarlo sin que nadie se diera cuenta?
Pronto, las palabras de Lord Umigarasu le hicieron entender que no fue así. No había que ser un superdotado como Akame para darse cuenta de las cosas. Tan sólo hacía falta tener un poco de memoria y retentiva. Lo recordaba, lo recordaba. Kaido miró a Akame. ¿Él también lo hacía, verdad?
Oh, claro que lo hacía, sí...
Tragó saliva. Incluso antes de que los guardias comenzaran a moverse de sus lugares, buscando rodear al pequeño grupo de dragones por ambos costados. Aún siendo ellos un mayor número de personas, estaban totalmente en desventaja. Dentro de un país repleto de adeptos que, de todo salir mal, iban a cazarles apenas tuvieran la oportunidad.
El gyojin quiso retroceder, pero retroceder es de cobardes. Él no lo era. Miró a Money. Ahora veía en él angustia. No se molestó en ver a Otohime, esa seguro debía estar meándose en los pantalones.
Porque todos sabían lo que estaba pasando. Umigarasu les estaba cantando, como si de la letra de una canción se tratase; fragmentos de una reunión que tuvo lugar en las recónditas cavernas de Ryugujo. Ahí, en ese debate, no había sino dragones. Entonces, por descarte, tan sólo quedaban dos opciones: fueron espiados o... Dragón Rojo tenía un traidor.
Kaido sonrió. Lo hacía mucho, en realidad, pero esta vez, fue una sonrisa de resignación. Esa resignación que tuvo en algún momento durante su duelo a muerte con Katame. O en su primer enfrentamiento con Shaneji. O en su breve rifirrafe con Zaide. En todas ellas había enfrentado a la muerte misma. Y en todas ellas había salido vivo.
Esta vez no iba a ser la excepción.
—Pues depende de quién lo mire. ¿Aún tiene el pulso para barajear un mazo? entiendo que con la edad uno va perdiendo condiciones.