1/10/2020, 00:01
(Última modificación: 1/10/2020, 00:09 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
Sobre unos escarpados riscos excavados por la incesante acción de un río de turbulentas aguas que ahora discurría por su fondo, un pequeño pueblecito se alzaba en las Tierras de la Llovizna del País de la Tormenta. Un pueblo famoso por las calabazas que los habitantes del pueblo cultivaban en sus tierras y de las que tan orgullosos se sentían. Era un pueblo pacífico, muy tranquilo, y al que muchas personas acudían desde todas partes de Ōnindo simplemente para disfrutar de los escarpados paisajes alfombrados de verdes y salpicados por rocas aquí y allí. O al menos lo era, hasta que comenzaron las desapariciones.
Luna tras luna, alguien desaparecía en mitad de la noche. Unas veces era un hombre al cerrar su negocio, otras era una pobre anciana que había salido a dar de comer a sus gatos, a veces sólo era un niño que, despistado, regresaba a casa más tarde de lo habitual... El agresor, o los agresores, no parecían hacer distinción alguna, y le daba igual el sexo, edad o posición social de sus víctimas. No había ningún hilo vinculante que las uniese. Las noches seguían sucediéndose, y con ellas las desapariciones, y los vecinos de Yachi, aterrorizados y hartos, se acogieron a las tres aldeas shinobi. Aunque pertenecían al País de la Tormenta, se encontraban en una posición intermedia entre los tres y ya les daba igual quién viniera a socorrerles y de donde. Sólo querían que vinieran. Así, los pergaminos volaron al este, al norte y al sur, hasta las manos de sus legítimos propietarios. Un pergamino sellado con una letra S en grande.
Los tres shinobi, de sus respectivas tres aldeas, recibieron el pergamino de la misión, y los tres llegarían aproximadamente al mismo tiempo al pueblo la noche de antes de la Fiesta de la Cosecha. Era media tarde, y el sol comenzaba a declinar por el horizonte. Para cuando llegaron se encontraron con una curiosa estampa: todas y cada una de las casas habían adornado sus jardines y los dinteles de sus casas con calabazas que habían ahuecado, tallado diferentes rostros y figuras y habían iluminado con ayuda de velas.
¿La misión de estos tres chicos? Investigar las desapariciones, dar con el o los causantes, y terminar con ellas.
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