15/10/2020, 20:53
Como empezaba a ser habitual, el lugar de la competencia estaba saturado del olor de una herrería: el metal caliente, el carbón ardiendo y el aceite para templar. Los puestos para cada participante fueron distribuidos mientras la gente se acomodaba en las improvisadas y atestadas gradas. Por lo demás, en comparación con las otras pruebas, en esta ocasión la estación de trabajo de los participantes lucia relativamente simple: una fragua pequeña, algunos martillos, pinzas y poco más. Se podía intuir, quizá engañosamente, que no se les pediría nada grande.
—Bu… Buenas —dijo una voz que provenía de la tarima de los jueces.
Allí de pie estaba una chica alta y muy joven. Su postura era inquieta y parecía bastante nerviosa por el solo hecho de estar allí.
—Mi nombre es Takagaki Mirai… seré la jueza de esta prueba y… —El público prorrumpió en gritos de ánimo casi inconscientes y ella se encogió por la sorpresa—. Yo… Creo que la herrería siempre ha tenido como principal función crear herramientas; pero el herrero, como tal, también debe estar en capacidad de resolver problemas.
Aquello ultimo lo había dicho más para sí misma que para los competidores que estaba observando, como si estuviese razonando y debatiendo consigo misma. Luego de aquello se quedó un rato en el sitio, abstraída mientras el viento desordenaba su rizada melena castaña. Aprovechando aquel tiempo, los asistentes llevaron al área de trabajo de cada competidor un cofre de madera pequeño.
Cada asistente coloco sobre el gran mesón de trabajo aquellos pequeños cofres, lo abrió y del interior extrajo lo que parecía ser una cadena despedazada. En toral eran cinco trozos de cadena, de tres eslabones cada uno, de un color verdoso y brillante.
—Yo quisier… La prueba es que con lo entregado formen una cadena continua —revelo—. Meditando un poco, se puede concluir que cortando y forjando haría falta abrir y cerrar cuatro anillos... Sin embargo, es necesario que encuentren una solución aún más óptima; es decir, que requiera de una operación más breve y simple que la primera.
»Eso sería todo… Por ahora.
Armado con conocimiento, aunque fuese ajeno, Juro se puso en marcha. En aquel instante la competencia debía de estar comenzando, pero no tenía sentido alguno preocuparse por su objetivo. No tenían idea de cómo procedería, donde o cuando atacaría; lo único que tenían en claro es que él no era consciente de la información que ahora tenían entre sus manos y que le permitiría al nativo de Kusagakure moverse fuera de lo predicho para él.
A Kazuma le hubiese encantando amanecer leyendo aquel diario; pero el cansancio y su poca resistencia le hicieron caer como un tronco en su camastro, permitiéndole dormir como uno, a diferencia de los dos ninjas superiores.
Juro podría tomarse su tiempo y ojear el diario hasta encontrar la siguiente entrada prometedora:
En la página opuesta había un mapeado de aquella área de la ciudad, saliendo de la zona en donde habían estado la noche pasada y siguiendo una especie de embudo hacia el sur. Al principio de dicho embudo o bifurcación estaban dibujadas dos caras sonrientes e iguales.
A una persona normal le hubiera costado menos de una hora hallar tal sitio, pero siendo Juro tan poco diestro en ubicarse, le tomaría un par de horas. Sin embargo, y sin ningún obstáculo adicional, podría llegar a la mentada encrucijada. Allí, sorprendido si esperaba otra cosa, estaban un par de sujetos regordetes y de aspecto ladino, que regentaban una panadería que inundaba el aire con un denso aroma a pan horneado. A los lados de dicha panadería se habrían dos caminos.
—Buenas, buenas, ¿Qué busca? —dijeron al unísono y siguieron hablando como tal—. ¿Comida? ¿Refugio? O ¿Información?
—Bu… Buenas —dijo una voz que provenía de la tarima de los jueces.
Allí de pie estaba una chica alta y muy joven. Su postura era inquieta y parecía bastante nerviosa por el solo hecho de estar allí.
—Mi nombre es Takagaki Mirai… seré la jueza de esta prueba y… —El público prorrumpió en gritos de ánimo casi inconscientes y ella se encogió por la sorpresa—. Yo… Creo que la herrería siempre ha tenido como principal función crear herramientas; pero el herrero, como tal, también debe estar en capacidad de resolver problemas.
Aquello ultimo lo había dicho más para sí misma que para los competidores que estaba observando, como si estuviese razonando y debatiendo consigo misma. Luego de aquello se quedó un rato en el sitio, abstraída mientras el viento desordenaba su rizada melena castaña. Aprovechando aquel tiempo, los asistentes llevaron al área de trabajo de cada competidor un cofre de madera pequeño.
Cada asistente coloco sobre el gran mesón de trabajo aquellos pequeños cofres, lo abrió y del interior extrajo lo que parecía ser una cadena despedazada. En toral eran cinco trozos de cadena, de tres eslabones cada uno, de un color verdoso y brillante.
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—Yo quisier… La prueba es que con lo entregado formen una cadena continua —revelo—. Meditando un poco, se puede concluir que cortando y forjando haría falta abrir y cerrar cuatro anillos... Sin embargo, es necesario que encuentren una solución aún más óptima; es decir, que requiera de una operación más breve y simple que la primera.
»Eso sería todo… Por ahora.
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Armado con conocimiento, aunque fuese ajeno, Juro se puso en marcha. En aquel instante la competencia debía de estar comenzando, pero no tenía sentido alguno preocuparse por su objetivo. No tenían idea de cómo procedería, donde o cuando atacaría; lo único que tenían en claro es que él no era consciente de la información que ahora tenían entre sus manos y que le permitiría al nativo de Kusagakure moverse fuera de lo predicho para él.
A Kazuma le hubiese encantando amanecer leyendo aquel diario; pero el cansancio y su poca resistencia le hicieron caer como un tronco en su camastro, permitiéndole dormir como uno, a diferencia de los dos ninjas superiores.
Juro podría tomarse su tiempo y ojear el diario hasta encontrar la siguiente entrada prometedora:
Nos hemos reunido en varias ocasiones con el representante del cliente. En cada una de estas nos hace preguntas y busca la manera de confundirnos, en busca de que cometamos algún error y se nos valla la lengua con algo que no le hayamos dicho ya… aunque las últimas veces a preguntado menos… y no creo que sea porque nos tiene confianza.
(…)
Yo tampoco me he quedado quieto (confiarse es de tontos, aunque todos hacemos de tonto alguna vez). He tratado de seguirle… Y eso es un eufemismo: esta tan alerta y es tan cuidadoso que me resulta imposible seguirle hasta su lugar de reposo… Aun así, he conseguido rastrearle, seguir algunas huellas y sacar conclusiones.
En todas nuestras reuniones parece evitar ciertos lugares usuales para los clientes adinerados (restaurantes, hoteles, teatros…) Sin embargo, si dibujo nuestros lugares de encuentro en el mapa, parecen formar cierto perímetro que se estrecha hacia el sur… El problema es que el camino más discreto y seguro hacia esa zona se bifurca en cierto punto. Y ni siquiera eso es lo peor, sino que aquel cruce es territorio de los gemelos Kasen… En mi vida jamás había conocido a gente que sin recurrir a la violencia se divirtiese tanto jugando con la mente de las personas.
Estoy seguros de que ellos están bien informados de todos los que se mueven en su terreno, pero ¿Cómo ganarles?
(…)
Yo tampoco me he quedado quieto (confiarse es de tontos, aunque todos hacemos de tonto alguna vez). He tratado de seguirle… Y eso es un eufemismo: esta tan alerta y es tan cuidadoso que me resulta imposible seguirle hasta su lugar de reposo… Aun así, he conseguido rastrearle, seguir algunas huellas y sacar conclusiones.
En todas nuestras reuniones parece evitar ciertos lugares usuales para los clientes adinerados (restaurantes, hoteles, teatros…) Sin embargo, si dibujo nuestros lugares de encuentro en el mapa, parecen formar cierto perímetro que se estrecha hacia el sur… El problema es que el camino más discreto y seguro hacia esa zona se bifurca en cierto punto. Y ni siquiera eso es lo peor, sino que aquel cruce es territorio de los gemelos Kasen… En mi vida jamás había conocido a gente que sin recurrir a la violencia se divirtiese tanto jugando con la mente de las personas.
Estoy seguros de que ellos están bien informados de todos los que se mueven en su terreno, pero ¿Cómo ganarles?
En la página opuesta había un mapeado de aquella área de la ciudad, saliendo de la zona en donde habían estado la noche pasada y siguiendo una especie de embudo hacia el sur. Al principio de dicho embudo o bifurcación estaban dibujadas dos caras sonrientes e iguales.
A una persona normal le hubiera costado menos de una hora hallar tal sitio, pero siendo Juro tan poco diestro en ubicarse, le tomaría un par de horas. Sin embargo, y sin ningún obstáculo adicional, podría llegar a la mentada encrucijada. Allí, sorprendido si esperaba otra cosa, estaban un par de sujetos regordetes y de aspecto ladino, que regentaban una panadería que inundaba el aire con un denso aroma a pan horneado. A los lados de dicha panadería se habrían dos caminos.
—Buenas, buenas, ¿Qué busca? —dijeron al unísono y siguieron hablando como tal—. ¿Comida? ¿Refugio? O ¿Información?
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