24/10/2020, 15:02
—Uzumaki Eri, Amedama Daruu, Sasagani Yota... Es un placer —les sonrió—. Acompañadme, por favor.
Eri asintió y siguió a la alcaldesa de cerca, quien se encargaba de guiarles hasta la puerta principal: dos pedazos de trozos de madera que se abrieron prácticamente solos a ojos de la Uzumaki quien, por pura curiosidad y una vez hubiera pasado, intentó mirar tras ellas para encontrarse a unos sirvientes del lugar. Pareció desilusionarse por un momento, presa del pensamiento de que se trataba de una técnica de la alcaldesa o algo, pero nada, era solamente el poder del poder, valiera la redundancia.
—Adelante, por favor. ¿Queréis algo para beber? —les preguntó, cortés—. No os cortéis, podéis pedírselo a mi personal —añadió, señalando a los dos criados—. Nosotros estaremos en mi despacho, Aru.
—Gracias, pero por mí estoy bien —respondió ella con amabilidad, inclinando ligeramente la cabeza.
No tardarían mucho en continuar hasta llegar a un gran recibidor demasiado ostentosa para el gusto de la chica de Uzushiogakure, quien solo se dedicó a mirar a su alrededor. Caminaron hacia una de las dos puertas y entraron a una sala también grande, con una mesa, sillas y un montón de retratos que parecían mirarlos sin mirar.
—Tomad asiento, por favor.
Eri asintió, tomó asiento cerca de donde ella se fuese a sentar, y, si no se sentaba por un casual, cerca de sus compañeros.
Eri asintió y siguió a la alcaldesa de cerca, quien se encargaba de guiarles hasta la puerta principal: dos pedazos de trozos de madera que se abrieron prácticamente solos a ojos de la Uzumaki quien, por pura curiosidad y una vez hubiera pasado, intentó mirar tras ellas para encontrarse a unos sirvientes del lugar. Pareció desilusionarse por un momento, presa del pensamiento de que se trataba de una técnica de la alcaldesa o algo, pero nada, era solamente el poder del poder, valiera la redundancia.
—Adelante, por favor. ¿Queréis algo para beber? —les preguntó, cortés—. No os cortéis, podéis pedírselo a mi personal —añadió, señalando a los dos criados—. Nosotros estaremos en mi despacho, Aru.
—Gracias, pero por mí estoy bien —respondió ella con amabilidad, inclinando ligeramente la cabeza.
No tardarían mucho en continuar hasta llegar a un gran recibidor demasiado ostentosa para el gusto de la chica de Uzushiogakure, quien solo se dedicó a mirar a su alrededor. Caminaron hacia una de las dos puertas y entraron a una sala también grande, con una mesa, sillas y un montón de retratos que parecían mirarlos sin mirar.
—Tomad asiento, por favor.
Eri asintió, tomó asiento cerca de donde ella se fuese a sentar, y, si no se sentaba por un casual, cerca de sus compañeros.