25/10/2020, 23:07
Shanise le devolvió una sonrisa a Kaido y le saludó, pero indicó que aguardase a su compañera antes de entablar conversación. No tenía problemas con Kaido pese a que muchos en la villa no le miraban todavía con buenos ojos, pero hacía frío y todos estaban un poco de mal humor o decaídos, depende de a quién preguntases. Mejor ir directamente a los detalles. De hecho, la muchacha no tardó en hacer acto de aparición más que el tiempo que ocupó el ascensor de la torre en bajar y en volver a subir. Ante la disculpa de la kunoichi, Shanise negó con la cabeza. Las dos ANBU sí parecieron ponerse algo más rígidas; el sonido de sus repiqueos constantes contra las baldosas ya era perceptible.
—Ahem. Buenos días, chicos. Os he hecho venir porque necesito que os embarquéis en una misión de extrema importancia. Os reúno porque sois los más fuertes que están ahora mismo a mi disposición. Por eso mismo, os pido que imaginéis cuán delicado es el asunto.
»Y peligroso. Se trata de Kurama. —Shanise hizo una pausa y se levantó, cruzando las manos tras la espalda—. Ayame, ¿recuerdas el reporte que hiciste hace tiempo, en relación a Yukio? Hemos estado intentando hacer averiguaciones a pequeña escala, pero no hemos conseguido nada. Y el gobernador asegura que el hotel Alba del Invierno no existe. Estoy empezando a sospechar que los Generales podrían tener algo más que un hotel controlado en la ciudad, no sé si me entendéis.
Hizo una pausa mientras se daba la vuelta. Caminó hasta la mesa.
»Enviamos dos chūnin hace un mes. No hemos vuelto a tener noticias de ellos. —Entonces miró a Kaido—. Umikiba, por cierto. De parte de Yui, esto es tuyo. —Shanise se sacó del bolsillo un pequeño objeto dorado. Lo lanzó al pecho de Kaido como si se tratase de un shuriken. Si lo recogía, no tardaría en comprobar que se trataba nada más y nada menos que una placa de jōnin—. Por tu trabajo durante la misión de Sekiryū, y tu terrible sacrificio. Esta es tu primera misión desde que volviste de ese infierno, así que no me falles.
»También me ha dicho que te enseñará algo que te prometió hace mucho tiempo si vuelves con vida. —La mujer se encogió de hombros—. Ni idea de qué se trata.
Era como si su sueño maldito durante el Bautizo se repitiese en la vida real, pero del revés. En el fondo, fue en ese momento cuando el sello se rompió de verdad. Cuando se demostró la total falsedad de los hechos que el Dragón quiso hacerle ver.
Yui no renegaba de él, sino que finalmente se reafirmaba en enseñarle una de sus técnicas secretas, y le ofrecía una placa de jōnin como recompensa a una misión importante con plena confianza, como si nunca se hubiese marchado. Ni Ayame ni Daruu intentaron apuñalarle por la espalda. Daruu, en realidad, había estado con él, ayudándole a superar la maldición de Sekiryū. Ayame sí se había vuelto el brazo derecho de la Arashikage, aunque la Arashikage fuese otra. Pero no por matarlo a él. En lugar de eso, ahora le acompañaba como una buena amiga. Como su prima, aunque sin saber que quizás tendría que limar ciertas... asperezas. Como Hōzuki, pese a todo.
De los de verdad. No como esos Kajitsu. No como Shaneji. No como su propio y peligroso reducto de radicales.
Hōzuki, al mando de Amegakure. Yui, Shanise, Ayame, Kaido. No les hacía falta presumir de apellidos.
El único apellido que importaba...
...era el de Ninja de Amegakure.
—Ahem. Buenos días, chicos. Os he hecho venir porque necesito que os embarquéis en una misión de extrema importancia. Os reúno porque sois los más fuertes que están ahora mismo a mi disposición. Por eso mismo, os pido que imaginéis cuán delicado es el asunto.
»Y peligroso. Se trata de Kurama. —Shanise hizo una pausa y se levantó, cruzando las manos tras la espalda—. Ayame, ¿recuerdas el reporte que hiciste hace tiempo, en relación a Yukio? Hemos estado intentando hacer averiguaciones a pequeña escala, pero no hemos conseguido nada. Y el gobernador asegura que el hotel Alba del Invierno no existe. Estoy empezando a sospechar que los Generales podrían tener algo más que un hotel controlado en la ciudad, no sé si me entendéis.
Hizo una pausa mientras se daba la vuelta. Caminó hasta la mesa.
»Enviamos dos chūnin hace un mes. No hemos vuelto a tener noticias de ellos. —Entonces miró a Kaido—. Umikiba, por cierto. De parte de Yui, esto es tuyo. —Shanise se sacó del bolsillo un pequeño objeto dorado. Lo lanzó al pecho de Kaido como si se tratase de un shuriken. Si lo recogía, no tardaría en comprobar que se trataba nada más y nada menos que una placa de jōnin—. Por tu trabajo durante la misión de Sekiryū, y tu terrible sacrificio. Esta es tu primera misión desde que volviste de ese infierno, así que no me falles.
»También me ha dicho que te enseñará algo que te prometió hace mucho tiempo si vuelves con vida. —La mujer se encogió de hombros—. Ni idea de qué se trata.
Era como si su sueño maldito durante el Bautizo se repitiese en la vida real, pero del revés. En el fondo, fue en ese momento cuando el sello se rompió de verdad. Cuando se demostró la total falsedad de los hechos que el Dragón quiso hacerle ver.
Yui no renegaba de él, sino que finalmente se reafirmaba en enseñarle una de sus técnicas secretas, y le ofrecía una placa de jōnin como recompensa a una misión importante con plena confianza, como si nunca se hubiese marchado. Ni Ayame ni Daruu intentaron apuñalarle por la espalda. Daruu, en realidad, había estado con él, ayudándole a superar la maldición de Sekiryū. Ayame sí se había vuelto el brazo derecho de la Arashikage, aunque la Arashikage fuese otra. Pero no por matarlo a él. En lugar de eso, ahora le acompañaba como una buena amiga. Como su prima, aunque sin saber que quizás tendría que limar ciertas... asperezas. Como Hōzuki, pese a todo.
De los de verdad. No como esos Kajitsu. No como Shaneji. No como su propio y peligroso reducto de radicales.
Hōzuki, al mando de Amegakure. Yui, Shanise, Ayame, Kaido. No les hacía falta presumir de apellidos.
El único apellido que importaba...
...era el de Ninja de Amegakure.